'Casual hoy' |  ICNE |  EL PAÍS

Durante más de 30 años de profesión he investigado cómo debe vestirse un periodista para optimizar su trabajo. Finalmente, aquí están mis conclusiones. En adelanto y síntesis: un periodista debe vestirse con discreción y con un aire desenfadado y hasta moderadamente despeinado, que engendra confianza y baja la guardia; en eso somos como detectives. Un modelo es el Inspector Colombo (impermeable incluido), que también usó ese accesorio imprescindible que es el portátil. El periodista que mejor ha vestido la gabardina, después de Tintín, es sin duda Enric González.

Cuando se trata de reporteros y ropa, los tirantes de Lou Grant (RIP) y la corbata y el cuello de la camisa imposibles de Dustin Hoffman vienen a la mente de inmediato como Carl Bernstein en TTodos los hombres del presidente. Pero los verdaderos periodistas no lo hacemos así. De hecho, solo usé tirantes durante los días del Gran Gatsby (imitando a Robert Redford en Jay Gatsby y no a Bob Woodward), cuando estaba en el EOC y mi única vocación era que Mercedes Udaeta se fijara en mí (me tomó casi medio siglo y fue precisamente por un artículo, qué cosas). En cuanto a la corbata, ni siquiera me la puse para conocer a Karl Popper (RIP también), lo que probablemente impidió que el gran pensador la usara para estrangularme cuando llegué a entrevistarlo con el poco conocimiento de que intentar leer me consiguió. uno de sus libros en el taxi.

En realidad, la indumentaria de periodista se caracteriza por su gran variedad, rayana en una mezcolanza, y, como dije, por una cierta negligencia estudiada, salvo, y este es un punto importante, si usted es editor en jefe de La vanguardia donde personajes como Marius Carol, Sergio Vila-Sanjuán y sobre todo este árbitro de la elegancia periodística que es Llàtzer Moix, que se hizo cargo del último Tom Wolfe del Nuevo Periodismo, suelen hacer pasar por descuidados al resto de miembros de la profesión. Es cierto que tienen un conde como jefe y asisten a muchos cócteles y eventos sociales; aparte del hecho de que ciertamente tienen mucho más tiempo para comprar que yo.

Un periodista, para ser presidente de la asignatura, nunca, y nunca insisto, tiene que ser más pulido que la persona que está entrevistando o los protagonistas del acto que está cubriendo. Qué error ir en traje de tres piezas a una rueda de prensa en La Fura dels Baus, la feria de teatro de calle de Tàrrega o un encuentro con Johnny Depp. Un periodista debe fusionarse con el medio ambiente, de forma camaleónica. Nunca uses una bufanda y olvídate de ella canotié por Jack Lemmon en Portada.

Cuidado, no exageres: no exageres en el estudiado descuido, vamos, no puedes hacer como Cal McAffrey de Washington Globe (Russell Crowe) en The Shadow of Power, quien piensa que la Primera Enmienda justifica no ducharse. Tampoco tienes que levantar telarañas como este editor de la Bugle diario quién es Peter Parker (y disculpe la broma).

Vestimenta, modestia, gran virtud, perfil bajo e incluso camuflaje (excepto en zonas de guerra, donde es recomendable por el contrario estar bien visible para que no te confunda con un luchador y no te disparen) son imprescindibles para el el periodista. Nada rompe barreras, desarma y predispone a la confidencialidad, la indiscreción y hasta las exclusiones más que enfrentarse a un chico que viste peor que tú y al que se puede despreciar.

El casual, entonces, rebautizado Herald Casual, Casal Tribune, publicación ocasional Dónde Casual hoy (lo dejaremos Shimbun casual porque cuando te pones un kimono), debe ser el estilo periodístico de referencia: la chaqueta, para llevar, siempre arrugada, las camisas sin planchar -una mancha de tinta bien colocada da una nota de autenticidad-, los zapatos gastados a dar prueba de que se han hecho muchas calles, una prenda despareja, que denota el apuro de la profesión y la prisa del cierre … en busca de novedades, proclama con gracia: «No estoy buscando un Pulligan, pero un Pulitzer «.

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