Colombia: los tiempos están cambiando | Opinión

Colombia: los tiempos están cambiando |  Opinión
Los manifestantes participan en una marcha contra el gobierno de Iván Duque en Cali el 19 de mayo.LUIS ROBAYO / AFP

Hace un mes se inició en Colombia una epidemia social de alta intensidad, dinámica y multiactor. La convocatoria de un comité integrado principalmente por sindicalistas para oponerse a una reforma tributaria ha despertado una gran movilización de jóvenes y organizaciones sociales afro e indígenas con históricas reivindicaciones independientes. Para resolver el desacuerdo y evitar un caos funcional para las organizaciones criminales o intereses políticos dudosos que permean el orden público, es necesario abordar al menos tres temas que profundizan la democracia colombiana:

1. Reconocimiento de violaciones durante la manifestación.

La desproporción y los abusos policiales dieron lugar a graves violaciones de derechos humanos contra los manifestantes, que en ocasiones también cometieron delitos, además de bloqueos cuestionables. La crise se matérialise par des dizaines de morts et d’actes de violence sexuelle, plus d’un millier de personnes blessées et des centaines de rapports de disparitions de citoyens sur lesquels il n’y a pas d’accord entre l’Etat et la sociedad. Ante la desconfianza y debilidad de los órganos de control, debemos insistir en la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, postergada por el Ministro de Relaciones Exteriores u otros supervisores confiables, para apaciguar la violencia con responsabilidad.

2. Responder a las demandas del comité de huelga a nivel nacional.

El comité convoca las marchas, como parte de demandas socioeconómicas estructurales con algunos puntos de negociación específicos como la renta básica y otros más genéricos, como la no discriminación por razón de sexo. A pesar de que este comité representa parte del malestar, el gobierno parece apostar por la usura, ya que negocia lentamente (entran en un pre-trato reservado) y con escollos. Es imperativo que este diálogo se traduzca en acuerdos que se respeten.

3. Llenar el vacío en la representación política local.

Aunque el gobierno insiste en culpar a la oposición por el estallido social, las poblaciones que lo llevan a las calles reflejan en cambio un malestar general vinculado a la violencia histórica. La amplia y heterogénea presencia de jóvenes desempleados, mujeres, indígenas y afroamericanos en miles de protestas no coincide con mapas electorales, sino con mapas de pobreza, desempleo y desigualdad. Estos problemas estructurales se han visto agravados por la pandemia del covid-19 (42% de la población padece hambre, 24% de desempleo juvenil y 0.544 de desigualdades por Gini) y por una difícil implementación de los acuerdos de paz, generando tensiones que continúan. explotar y que requieren una acción inmediata y estructural.

Una posible solución es la combinación de la participación ciudadana abierta simultáneamente con un Plan Marshall de rescate social con aportes públicos y privados colombianos que desarrollen programas, construyan bienes públicos y proporcionen empleos inmediatos para satisfacer las necesidades locales. Los mecanismos participativos como los consejos abiertos, ofrecidos por universidades y líderes, recogerían no conformidades y producirían políticas públicas inclusivas, de acuerdo con metodologías ya propuestas por las universidades. Pero, como los jóvenes de primera línea arraigados en sus barrios no cederán exclusivamente al diálogo, ya que en 30 años hay más de 1.200 acuerdos rotos, se necesitan victorias tempranas que brinden trabajos y oportunidades a los concesionarios, también. . y las autoridades garantes., con la responsabilidad personal del cumplimiento.

Si grupos sin liderazgo aparente están en las calles, la democracia debe salir a las calles para buscarlos, darles representación y oportunidades. Es urgente resolver el desacuerdo y es fundamental hacerlo con un diálogo efectivo y resultados inmediatos. Llevar mano dura a las ciudades puede alterar el frágil equilibrio de la paradójica democracia colombiana y llevar al reclutamiento de jóvenes por parte de delincuentes, mientras que el descontento es lo que busca es una verdadera transformación social.

Vivian newman es Director del Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad, Dejusticia.

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