Colombia necesita una cooperación diferente | Red de expertos | Planeta futuro
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El acuerdo de paz de 2016 entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC en Colombia tenía como objetivo facilitar la reforma del estado, estructuras económicas arcaicas (especialmente en el sector rural) y políticas discriminatorias. La cooperación internacional se ha vuelto abrumadoramente a favor del Acuerdo. Cuatro años después se estancan los acuerdos de reforma agraria, sustitución de la coca y participación política.
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Entre 2019 y 2020, hubo protestas masivas en Colombia. Se ha instado al gobierno de Iván Duque a cumplir con el Acuerdo de Paz. Luchar contra la corrupción, contar con sistemas públicos de salud y educación eficaces y universales, a favor de un sistema tributario justo, contra el incumplimiento de los acuerdos con las comunidades indígenas y afrocolombianas, poner fin a la violencia de género y enjuiciar a los responsables de la asesinatos de líderes sociales.
El marco que abarca casi todos los reclamos es la desigualdad. Colombia tiene la brecha de ingresos más grande de América Latina y es la región más desigual del mundo. Si bien ha disminuido desde 2016, presenta un alto nivel de violencia política (selectiva y creciente hacia líderes sociales y excombatientes de las FARC) y social (delincuencia, agresión sexual, explotación infantil), exclusión de minorías y crisis humanitarias. .
Desde 2017, el crimen organizado se ha intensificado, compitiendo entre sí y con el estado por territorios abandonados por las FARC. La corrupción, la evasión de capitales y de impuestos, la falsificación de precios en las operaciones comerciales y las exenciones de impuestos para las grandes empresas y las personas adineradas constituyen un drenaje sistemático de los recursos estatales.
Todo es consistente con el hecho de que, en alrededor del 40% del territorio nacional, las instituciones estatales no existen o son muy débiles. No hay jueces ni policías. Las escuelas y los centros de salud son raros, las carreteras intransitables, Internet una palabra sin contenido. En muchos casos hay soberanía compartida entre el crimen organizado y las autoridades frágiles. Cada nuevo gobierno manda al ejército que llega, lucha y se va. Recientemente, la zona fronteriza entre Colombia y Venezuela se ha convertido en un campo de batalla sin que ningún estado la controle.
Repase los conceptos básicos
Covid-19 ha destacado esta realidad. En muchas partes de Colombia, el estado no tiene la capacidad para saber quién está infectado, ni la infraestructura suficiente para los enfermos. La economía informal alcanza el 45% en las ciudades y más del 80% en el campo. Quienes forman parte de ella no reciben ninguna ayuda y salen a la calle para ganarse la vida. La tasa de pobreza cayó del 31,7% al 38,7% de la población en 2020.
Los actores de la cooperación internacional esperan que temas como las desigualdades, la reforma tributaria o la modernización del sector rural sean llevados por el Estado.
¿Por qué un país que forma parte de la OCDE, con sectores académicos, políticos y empresariales de alta calidad, y con un crecimiento económico sostenido, sufre estos problemas? ¿La cooperación internacional responde a las demandas de la sociedad? Con estas preguntas, entrevisté en 2020 a una cincuentena de académicos, diplomáticos y miembros de ONG, colombianas e internacionales. El resultado mostró que había que revisar los principios fundamentales de la ayuda internacional a Colombia.
Los actores de la cooperación esperan que temas como las desigualdades, la reforma tributaria, la modernización del sector rural o el establecimiento de un sistema universal de salud sean asumidos por el Estado. Colombia no es Somalia, por lo tanto, el estado debe asumir el control. Sin embargo, las élites que controlan el poder, más las inercias burocráticas, hacen que tanto abismo entre la Colombia urbana y la rural, y entre el 0,1% superrico (y su periferia) y el resto de la sociedad, sean polos que se alejan.
Ante las paradojas colombianas, la cooperación internacional necesita refinamiento, con énfasis en los pilares que sustentan y reproducen las desigualdades y la violencia. Por ejemplo, promover (y cabildear diplomáticamente) para que el país cuente con un sistema tributario para el bien común, apoyando la investigación y seguimiento de la evasión de capitales, la corrupción y el crimen organizado (incluida la criminalización), complicidad del sistema bancario y financiero internacional), y cofinanciar, con las autoridades locales, programas para reducir las desigualdades.
Como principio fundamental, la cooperación oficial debe ser más estricta e imponer condiciones al Estado colombiano, que se presenta como un campeón de los objetivos de desarrollo sostenible sin lograr sus objetivos.
Mariano Aguirre fue asesor de la ONU en Colombia, es investigador asociado en Chatham House (Londres) y autor de La agenda de la protesta social en Colombia: ¿una oportunidad para la cooperación internacional?, Instituto de Derechos Humanos, Universidad de Deusto, 2020.
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