Cómo perder el cumplimiento fiscal | El país semanal

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Una posible pista es la siguiente (y empiezo por la plantilla): hace casi un año Hacienda se tomó la molestia de pedirme unos euros más y amenazarme con una multa. ¿El motivo? Los muy modestos honorarios que paga la Real Academia Española a sus miembros, para asistir a sus sesiones los jueves, no habían sido declarados como «derechos de autor», sino en otro concepto que no recuerdo – c es mi asesor fiscal quien prepara y presenta mi papeles – y cuya base imponible era ligeramente inferior. Mi asesor es muy cuidadoso. En materia de Hacienda, generalmente recomienda «tragar, porque si no puede ser peor». Otros informantes afirman que desafiar sus decisiones a menudo resulta en represalias para el oponente, en forma de inspecciones adecuadas, etc. Pero esta vez, esta mujer cautelosa vio la afirmación tan absurda que hizo acusaciones. «No hay forma de tomar estas tonterías», me dijo. «Tendrán que estar de acuerdo con nosotros». (Todos tenemos nuestros cómics con Montoro o Montero).

De hecho, fue una tontería. Los académicos van a la Academia los jueves (si podemos). Es un acto cara a cara en el cual no escribimos nada, solo estamos hablando. ¿De qué? Palabras y definiciones, ya que nuestra tarea es mejorarlas en el Diccionario, modificarlas si se han quedado obsoletas e introducir nuevos términos y significados. Lo mezclamos y acabamos eligiendo el que mejor funciona, que, tras pasar por otros filtros, en ocasiones se integra en el Diccionario o en el DLE. Es un trabajo colectivo y anónimo, y por supuesto las ventas de DLE no nos dan ningún derecho, que son para la institución. ¿Por qué debería declarar esos pocos dólares como «derechos de autor» si nada de lo que escribí o firmé con mi nombre y nunca recibiré un centavo? Así fue como se expuso a Hacienda, que respondió con imbecilidad: «Pero estás en la Academia por tus libros». Ha habido ocupantes de sillas que no habían visto su trabajo impreso, pero este es el menor de ellos. La verdad es que tuve que pagar la diferencia, más intereses y una multa si no recuerdo mal. Tanto alboroto por una cantidad muy pequeña. Me hizo preguntarme cómo el Tesoro se enojó tanto y me enojó por cobrar una propina. Por supuesto, 46 ​​millones de propinas… Pero los grandes estafadores tienen mucho más que rascar, así que no veo otra respuesta que la información reciente que también invita a la pérdida de respeto. En el primer trimestre del año, el Gobierno gastó 17,5 millones en la nómina de los asesores que tiene, frente a 14,6 en el mismo período de 2020, y 11,7 en 2018. El aumento de este trimestre se produce en medio de la pandemia, con prácticamente ninguna actividad política, y esto sugiere que el número de asesores designados personalmente y sin explicación ha aumentado, nuevamente. Es el «personal de confianza» que eligen los altos funcionarios sin criterio profesional ni académico y sin ningún mérito objetivable, salvo las relaciones personales o con los partidos en el poder (al parecer, Pablo Iglesias tenía muchos). Si hay 22 ministros en el ejecutivo actual, un récord, imagine la cantidad de puestos ejecutivos que existen. Pero resulta que estos no valen la pena, ni tampoco los ya hinchados funcionarios: solo La Moncloa emplea a 532 asesores opacos que nadie conoce. Las sumas embolsadas por estos asesores y otros (quién sabe si familiares, amigos, compañeros o compañeros de baloncesto) obligaron al gobierno a recurrir a extensiones extraordinarias de crédito en 2019 y 2020, porque las asignaciones existentes no eran suficientes para hacer frente a los altos salarios. Cualquiera puede ser válido para casi cualquier cosa, pero la información indica que un tercio de las personas contratadas bajo las órdenes directas de Pedro Sánchez solo tienen el diploma o el certificado escolar. A nivel nacional, incluidas las autonomías, los ayuntamientos, los ayuntamientos y todo el aparato de organismos y entidades oficiales, el número de concejales supera con creces los 20.000, veinte mil.

Esto debe explicar, en parte, que Hacienda esté vertiendo, con argumentos de peregrino, incluso los eurillos recibidos por un académico de la RAE. Lejos de mi intención de persuadir a nadie de que no pague sus impuestos. No solo por la factura que trae, sino porque es este dinero, a pesar de los lamentos, el que nos permite tener Salud Pública y Educación, y con transporte, y carreteras (mal y que habrá que pagar dos veces, vía peajes). y muchos otros servicios esenciales. Hace muchos años publiqué un artículo educativo que animaba a la gente a pagarles honestamente. Sigo en la misma posición y en la misma convicción. Mais quand le Trésor est arbitraire et invente des fables, ou quand on sait combien d’individus obscurs et inconnus reçoivent des salaires abondants à nos dépens…, oui, on continue à les payer honnêtement, mais sans croire que cela contribue au bien -estar. siendo del país y de todos los ciudadanos, sino más bien los 20.000 elegidos a dedo y nunca responsabilizados. Es decir, pagamos siempre, pero con desdén y sin respeto.