De visita en Hanói, Biden estrecha lazos diplomáticos entre Estados Unidos y Vietnam para hacer frente a China | Internacional

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, prosiguió este domingo en Hanói, capital de Vietnam, su ronda de cortejo asiático para forjar alianzas con vistas a neutralizar la influencia de su gran rival, China, en la región Indo-Pacífico. En una comparecencia ante la prensa, Biden defendió, con todo, que no se trata de empezar “una nueva guerra fría”, sino de mantener la “estabilidad”.

Recalaba en Vietnam después de asistir a la reunión del G-20 en Nueva Dehli, que se saldó con un fortalecimiento de la idea del Sur global en el orden geoestratégico, y con una declaración común que reclama el respeto de la integridad territorial, pero sin llegar a la condena explícita de Rusia. “De eso se trata este viaje, de que India coopere mucho más con nosotros, y de que Vietnam esté más cerca de Estados Unidos. No va de contener a China, sino de tener una base estable en el Indo-Pacífico”, aseguró Biden en Hanói.

El objetivo de la visita a Vietnam, y de la reunión con su secretario general, Nguyen Phu Trong, era el de señalar el avance en las relaciones diplomáticas entre ambos países hasta alcanzar su máximo estatus, de “socios estratégicos integrales”. El estrechamiento de lazos implica también un aumento de la cooperación económica, con especial atención a la dependencia de Occidente de los semiconductores asiáticos, un desajuste global que puso en evidencia la pandemia. “No va a ser fácil para Vietnam”, concedió un alto funcionario de la Casa Blanca en una llamada con periodistas previa al viaje, en la que habló con la condición del anonimato. “Están bajo una enorme presión de China. Somos conscientes de lo que hay en juego”.

El gesto pone fin a un viaje diplomático de 28 años. En 1995, la relación entre ambos países se dio por normalizada, tras la guerra que los enfrentó hasta la deshonrosa retirada estadounidense en 1973, con una visita del entonces presidente, Bill Clinton. Una información de The New York Times del sábado empañó, con todo, el clima del recibimiento. Daba cuenta de los planes secretos de Vietnam, que se ha beneficiado en parte de la tensión entre Washington y Pekín, que lo han colocado como fuente alternativa de suministros para los mercados estadounidenses, para comprar armas a Rusia, pese a que eso contravendría las sanciones impuestas por Washington a Moscú tras su invasión ilegal de Ucrania. El lunes, Biden planea anunciar medidas para ayudar a Vietnam a ahuyentar su dependencia excesiva de las armas rusas, según un alto funcionario de la administración citado por la CNN.

Ronda de gestos

Pese a las justificaciones del mandatario ante la prensa en Hanói, en un día que definió como “histórico”, resulta difícil no interpretar los gestos y la estrategia de Washington de los últimos meses como parte de un plan diseñado para contener a Pekín. Primero, Biden recibió al presidente de Filipinas, Ferdinand Marcos, en la Casa Blanca por primera vez en más de una década. Después, abrió los salones al primer ministro indio, Narendra Modi, al que agasajó con una cena de Estado, honor reservado a muy pocos mandatarios de visita en Washington. Y por fin, montó una cumbre en su retiro de Camp David, lugar de enorme resonancia en la historia militar y estratégica de Estados Unidos, con el primer ministro de Japón, Fumio Kishida, y el presidente de Corea del Sur, Yoon Suk Yeol para abrir “una nueva era de cooperación” trilateral.

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En Hanói, Biden contó que se había reunido el sábado con el primer ministro chino Li Qiang durante el G20, una cita que el presidente Xi Jinping prefirió saltarse, en lo que se ha interpretado como otros síntoma de las tensas relaciones de Pekín y Washington con el telón de fondo de la guerra de Ucrania y la sintonía con el presidente ruso, Vladímir Putin, y el rearme de la alianza del grupo de economías emergentes conocido como BRICS (Brasil, Rusia, India y China), que prepara su ampliación de cinco a 11 miembros.

Biden y Xi no hablan desde hace 10 meses. Así que la reunión del presidente estadounidense con Li contó como el intercambio de más alto nivel entre ambas potencias desde el G-20 del año pasado en Indonesia. “Hablamos de estabilidad. … No fue una confrontación en absoluto”, resumió Biden.

La conferencia ante la prensa trajo consigo otra escena más para alimentar a los muchos que consideran un obstáculo la edad de Biden, de 80 años, en sus planes para presentarse a la reelección. El encuentro comenzó con el presidente diciendo que había “viajado alrededor del mundo en cinco días”, una semana durante la que los problemas crecían en casa, en forma de encuestas electorales desfavorables y récords de baja popularidad. Y casi terminó cuando, aparentemente acusando el jet lag, intentó finalizar su comparecencia, celebrada al final de la tarde, diciendo: “No sé vosotros, pero yo me voy a la cama”.

La prensa logró arrancarle un minuto más, hasta que Biden, que trató de aparentar dinamismo en su puesta en escena, yendo de acá para allá con el micrófono en la mano, como un presentador de televisión, acabó saliendo de la sala mientras una periodista le gritaba una pregunta para que reaccionara a la noticia, conocida el miércoles, de que el fiscal especial David Weiss tiene la intención de solicitar al gran jurado que impute a Hunter Biden, su hijo. Es otro de los quebraderos de cabeza del presidente: está investigado por delitos fiscales y por mentir al asegurar que estaba limpio de drogas al comprar un arma.

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