“Didier Deschamps, entrenador sin gran genialidad, es sin embargo uno de los mejores entrenadores de la historia”

LEl contrato de Didier Deschamps al frente de la selección de Francia ha sido prorrogado hasta julio de 2026, sin mayores sorpresas. Tras el fracaso de la Eurocopa 2021, la marcha de la selección francesa en Qatar la reemplazó en una cómoda posición, sin más competencia que la -demasiado virtual- de Zinédine Zidane.

Tres finales de grandes torneos de cinco disputadas, un título mundial: el balance, que también debe reponerse de cara a asumir el cargo en 2012, tras un período de caos político y recesión deportiva, sufre pocas disputas.

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Pese a todo, no despega una franja de indomables detractores, formada por buenos conocedores del fútbol. Simpaticemos: su antiguo odio sólo puede ser exacerbado por una longevidad que da a su dolor el carácter de perpetuidad.

Estetas y tácticos

Este resentimiento se acrecienta con la mortificación de haberse equivocado siempre por cuenta de su némesis, como consecuencia de un pecado original: nunca se debe, en el fútbol, ​​hacer de una cuestión, sea la que sea, un asunto personal, porque uno siempre ahí se pierde la lucidez.

También nos defenderemos de cualquier complacencia hacia el personaje: durante treinta años, ha participado en las mayores victorias del fútbol francés, pero también en algunas de sus bajezas, fue un pilar de OM de Tapie y de la Juventus de Doctor Agricola, es ahora guardián del templo en ruinas de la Federación Francesa de Fútbol (FFF).

Estetas y estrategas convergen en reprocharle su poco sospechoso proyecto de juego, su cultura demasiado exclusiva del resultado. Sin embargo, si se aburren sistemáticamente desde hace diez años frente a los partidos de los Blues, el problema viene más de ellos que del entrenador. Esta voluntad de hacerse infeliz no es muy sana.

Mientras el fútbol siga siendo un deporte competitivo y no una disciplina artística, dado que el resultado de los partidos no lo decide un jurado, los resultados deben ser auténticos. A costa de una atrevida contorsión, algunos llevan el «DDestamento» hasta el punto de ver, en las derrotas en la final de la Eurocopa 2016 y del Mundial 2022, un veredicto de fracaso para Deschamps, finalmente más perdiendo eso ganador.

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Il faut avoir un peu perdu la raison pour considérer que ces résultats sont médiocres, ou pour les mettre sur le compte de la chance, voire affirmer qu’avec ce vivier de joueurs, capable de terrasser tous les aléas de ce sport, il fallait tout ganar.

Oh amnesia de los años oscuros de la selección, pero no tan viejos, oh ignorancia de la cantidad de grandes naciones que pueden envidiar amargamente tales carreras, oh juventud mimada que no mide el carácter excepcional del período reciente…

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