El apoyo de la ultraderecha alemana a una ley de la CDU en un Parlamento regional pone en cuestión el cordón sanitario | Internacional

El presidente de Turingia, Bodo Ramelow, en la cámara alta del Parlamento alemán en una imagen de archivo.FABRIZIO BENSCH (Reuters)

El Estado federado de Turingia, en el este de Alemania, ha vuelto a protagonizar un suceso que pone en cuestión el célebre cordón sanitario alemán contra la ultraderecha. Los radicales de Alternativa para Alemania (AfD) han permitido con sus votos que salga adelante una reducción de impuestos propuesta por los democristianos de la CDU, en un movimiento que el presidente del Gobierno regional, el izquierdista Bodo Ramelow, ha calificado de “pacto con el diablo”.

El cordón sanitario, o cortafuegos, como se conoce en Alemania, consiste en evitar toda colaboración con AfD y en todos los niveles, tanto el federal como el regional y local. Por eso, la votación conjunta en el parlamento de Turingia ha provocado la indignación de los partidos progresistas. Es este un hecho inédito en la historia reciente alemana. Ocurrió algo parecido en 2020, cuando los diputados de AfD ayudaron a proclamar presidente al candidato liberal Thomas Kemmerich. Pero entonces se produjo tal escándalo que provocó la dimisión de Annegret Kramp-Karrenbauer, la sucesora de Angela Merkel al frente de la CDU.

Los democristianos se defienden, sin embargo, de las acusaciones de haber roto el cordón sanitario. El líder conservador, Friedrich Merz, ha asegurado que nada ha cambiado, que el cortafuegos sigue intacto, y que su partido sigue sin colaborar con AfD. Entiende por cooperación la negociación de acuerdos y el desarrollo conjunto de iniciativas, y eso, asegura, no es lo que ha sucedido en Turingia. Los socialdemócratas no lo ven así y le acusan de no tener controlado a su partido en este land parte de la antigua República Democrática Alemana (RDA), donde la ultraderecha podría ser la fuerza más votada en las elecciones que se celebran el año que viene, según las encuestas.

El proyecto de ley de la CDU consiste en rebajar el impuesto a las transmisiones patrimoniales del 6,5% al 5%. Una reducción impositiva que salió adelante en el parlamento de Erfurt, capital de Turingia, por 46 votos frente a los 42 del bloque de izquierdas. El líder del grupo parlamentario de la CDU, Mario Voigt, defendió su propuesta asegurando que prácticamente ningún otro Estado federado tenía un impuesto tan elevado como Turingia. “Está en nuestro programa electoral; queremos aliviar la carga de las familias y de las clases medias”, señaló. El cambio supone que el erario pierde alrededor de 50 millones de euros, razón por la que la coalición de Gobierno votó en contra.

El tripartido liderado por Bodo Ramelow acusa a la CDU de permitir por primera vez a la ultraderecha influir en el presupuesto del Estado. Los democristianos, afirmó el líder del grupo parlamentario del partido izquierdista Die Linke, Steffen Dittes, están “poniendo en marcha una pequeña coalición en la oposición que incluye a AfD”.

Aunque hay similitudes con la votación de 2020, considerada como la primera brecha del cordón sanitario en Alemania, también hay muchas diferencias. No consta que la CDU haya negociado nada con AfD, partido muy interesado en proyectar una imagen de cooperación con otras formaciones que le normalice frente a la opinión pública. Su copresidenta, Alice Weidel, se apresuró a anunciar en la red social X (antes Twitter) que “el cortafuegos es historia y Turingia es solo el comienzo”.

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La llamada crisis de Turingia provocó hace tres años, poco antes del estallido de la pandemia de covid-19, tal consternación en todo el país que se llevó por delante la carrera política de la mujer que estaba llamada a suceder a Angela Merkel al frente de los democristianos, Annegret Kramp-Karrenbauer, entonces presidenta de la CDU. El voto conjunto de los democristianos y AfD permitió elegir presidente de Turingia al candidato liberal, al que la felicidad apenas duró 24 horas. Se vio obligado a dimitir ante el escándalo de haber sido elegido con los votos de la extrema derecha. En una nueva votación ganó el candidato de Die Linke, el partido heredero del poscomunismo, que en realidad era quien había ganado los comicios con el 30% de los votos (seguido por el 24% de AfD).

Aunque la CDU toleró (se abstuvo en la votación) un Gobierno de izquierdas para aislar a la ultraderecha y pudo dar por saldada la crisis, el episodio se llevó por delante a su presidenta. Kramp-Karrenbauer había quedado enormemente debilitada al evidenciarse que no controlaba a su partido en Turingia. Ramelow gobierna desde entonces en minoría en una pacífica coalición con el SPD y Los Verdes.

El año que viene se celebran nuevas elecciones en Turingia y la AfD encabeza las encuestas de intención de voto con el 32%. Su líder regional, Björn Höcke, es el principal ideólogo del ala más extremista de la formación y en los últimos años ha ido ganando poder a medida que expulsaba a los dirigentes más moderados. El partido está calificado por los servicios secretos regionales como “extremista de derechas” y Höcke será juzgado próximamente por usar eslóganes nazis en sus mítines.

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