El cohete chino y los resultados del Madrid
Hace dos meses, la probabilidad de que el PP piense en volver a La Moncloa parecía menor que la caída del cohete chino descontrolado esta mañana en territorio terrestre habitado. Así lo predijo Pablo Iglesias en uno de sus discursos parlamentarios, pero Es el líder de United We quien está fuera de la política hoy. Las posibilidades del PP de consolidarse como alternativa de gobierno a Pedro Sánchez han variado considerablemente. Pero sería tan arriesgado certificar un revés político explícito como decretar un cierre perimetral por el triunfo de Isabel Díaz Ayuso en Madrid.
Las victorias son buenas, como lo confirma la renovada autoestima del PP tras los resultados del pasado martes. Los populares, sin embargo, evitaron el triunfalismo señalando que buena parte de sus votos son “prestados”, no solo por la hemorragia que sufre Ciudadanos, sino también por el propio PSOE. Esta evidencia requiere, por un lado, prudencia, porque los soportes cíclicos y volátiles pueden desaparecer si no se retienen; por otro, representan para un partido la constatación de que ha sabido ampliar su base electoral y atraer simpatizantes de otros partidos, fórmula básica para aspirar a gobernar.
La derrota, sin embargo, es difícil de digerir. Los socialistas actúan hasta ahora como esos personajes de la tragedia griega que los dioses ciegan cuando quieren confundirlos. La teoría de que la mayoría de los votantes madrileños acudieron a las urnas en un estado de imprudencia, ante un puñado de estímulos primarios, pan viejo y el circo convertido en cañas y tapas, es un síntoma que sus dirigentes Echan raíces en una fase de negación que siempre hay que superar lo antes posible. La dimisión de Pablo Iglesias obliga a United Podemos a cambiar de dirección sin reunión. Y esto contrasta con el esfuerzo socialista por “regionalizar” una crisis endémica ahora tan aguda que Más Madrid las ha superado.
Un extraño mecanismo ha llevado a los estrategas del PSOE a vincular los casos al desenlace de las urnas, rozando el impacto y la gestión de la pandemia, las propuestas fiscales o el rechazo de las alianzas gubernamentales. Pero esto no es nada nuevo. Responder a problemas complejos con simplificaciones es un patrón que se repite y, por lo general, no llega muy lejos. Un ejemplo llamativo es el que enfrentaron los sucesivos gobiernos del PSOE, primero, y del PP, después, con el rechazo social que el proyecto (nunca realizado) del traspaso del Ebro provocó en Aragón. Desde los despachos de la Moncloa, los aragoneses, en su conjunto, se han presentado como agresores desfavorables.. Las conchas, en este caso, tomaron la forma de un baturro colgando de una jarra. La realidad, como siempre, fue mucho más complicada. En el fondo de la oposición a esta política del agua, había una amalgama de motivos, de la convicción de que se trataba de un proyecto ecológicamente insostenible, que Bruselas nunca admitiría, a los agravios de los regantes que habían visto incumplidas las promesas de sus planes. .
Ahora, no debería ser tan difícil tratar de averiguar qué dictaban las urnas. Y reaccionar con autocrítica y respuestas más cercanas al estado de ánimo, el malestar, las aspiraciones y las preocupaciones de la mayoría de los votantes. En este caso, son de Madrid, pero podrían adoptar, con mayor probabilidad de que el cohete chino aterrice en un terreno habitado, variadas variantes, en otras partes del país.