El ruido de fondo de la política | Opinión

El ruido de fondo de la política |  Opinión
Sala de prensa del Congreso de los Diputados durante la intervención de Pedro Sánchez.Allvaro García

En el pasado, los veranos eran la época en que la aceleración disminuía, cuando entramos en este maravilloso territorio temporal del “paréntesis de verano”. Para los periodistas de turno, los que debían quedarse al pie del cañón, era una pesadilla porque tenían que enfrentarse al horror vacui semana tras semana sin noticias. Sin duda es parte de este mundo que hemos perdido, ese en el que de vez en cuando había tiempo para reflexionar, para parar a pensar o leer todas esas novelas que se pospusieron, incluso para recuperar, aunque solo sea por una tarde tonta, el aburrimiento que recordamos de la infancia. El aburrimiento, quizás la actividad humana más injustamente difamada. Injustamente, digo, porque es una de las raras actividades que se caracteriza por la ausencia de actividad. Su palabra alemana lo dice todo, Langeweile, que literalmente significa «quedarse mucho tiempo», quedarse suspendido en el tiempo. Los que están aburridos salen del fluir del tiempo. Heidegger lo llamó «el murmullo subyacente de la existencia», la dimensión en la que caemos cuando nos entregamos y todo lo que lo rodea. ¿Te imaginas un plan mejor para estas vacaciones?

Pues no, prohibido aburrirse, prohibido desconectar; en fin, prohibido descansar. Tienes que seguir estando al tanto de todo. La lógica informativa, el suministro continuo e ininterrumpido de noticias, ha terminado por colonizar todas las dimensiones de nuestra existencia. En julio vi con horror cómo mi smartphone me recordó que «el tiempo que usa su dispositivo» ha aumentado en más de una hora al día en comparación con el mes anterior. Y dado que la mayoría de las veces solo lo uso para información, significaba que incluso durante la ola de calor no podía cerrar la sesión. Imposible aburrirse, imposible no distraerse.

Fíjense, acabo de mencionar el término clave, «distracción». Y eso es porque tiene un doble significado: por un lado es parecido al entretenimiento y, por el otro, significa «distraer» de algo. Cuando estamos distraídos no estamos prestando atención a lo que deberíamos. Y este segundo sentido es el que me interesa, porque estoy convencido de que hay un exceso de política como entretenimiento, que nos dejamos llevar por la sucesión acelerada de noticias, y que esta misma dinámica es la que puede ser para “Desviar nuestra atención” de las cosas sobre las que deberíamos estar más atentos. En algún momento, hay que detener esta maquinaria para centrarse en lo realmente relevante.

Nuestra política crea un gran alboroto de fondo. Escuchamos el ruido, pero no entendemos su melodía. Y están pasando demasiadas cosas, muchas de las cuales son preocupantes, para no dejar de analizarlas. La política es demasiado importante para convertirse en una mera distracción o un «pasatiempo» – mira, el aburrimiento en ese término late – o para dejarse al capricho de la novedad. No podemos aburrirnos, pero quizás no tanto para reflexionar. Te doy deberes para este verano: cuáles son los temas en los que debemos pensar; ¿Qué tenemos que salvar de esta extraña forma de olvido que es el flujo continuo de información? Intentaré incluirlos en esta columna.