diciembre 3, 2024

Elecciones: una convención constitucional común para un nuevo pacto social en Chile | Opinión

Elecciones: una convención constitucional común para un nuevo pacto social en Chile |  Opinión
Un chileno entra en su voto en la elección de los redactores de la nueva Constitución chilena.Esteban Félix / AP

Chile vive un momento histórico, es la frase que se repite en los medios y redes sociales en los últimos días. Y es cierto, nos encontramos en esos momentos en los que, en el contexto de una crisis multidimensional, el rumbo de nuestra historia puede cambiar profundamente, o quizás seguir el modelo de desarrollo al que llegamos. Y ese sentimiento de vivir en un momento histórico produce diferentes emociones, donde predomina la esperanza, luego de meses en que el enfado y la indignación movilizaron a miles de chilenos en 2019 para exigir un cambio profundo en el modelo de desarrollo y el sistema político.

A pesar de que durante mucho tiempo los estudios políticos no incluyeron el campo de las emociones -por considerarlas irracionales- varios intelectuales le han dado relevancia en las últimas décadas. Robert Dahl (2006) afirma que el deseo de igualdad política es una premisa fundamental de la democracia, y que las motivaciones de las personas para cambiar el status quo para lograr la igualdad política abarcan una amplia gama de emociones, que van desde el altruismo hasta la compasión, la empatía y la simpatía. incluso envidia, odio, rabia e indignación. Por tanto, las emociones tienen un papel respetable en la política. Martha Nussbaum (2014) planteó la pregunta de por qué el amor es importante para la justicia. Y enfatiza que las emociones políticas, las hacia el público, son muy importantes para el desarrollo de las instituciones. Las emociones pueden actuar como motor para crear y mejorar instituciones justas. Además, cuando estos últimos encarnan las intuiciones y vivencias que transmiten las emociones positivas, facilitan la experimentación de estas mismas emociones.

Según los resultados de una encuesta realizada por Ipsos y Espacio Público en marzo de 2021, el proceso constitutivo evoca emociones positivas en la mayoría de la población, siendo la esperanza (52%) la que logra mayor asociación entre los encuestados., Seguido por alegría (46%). En la misma línea, la académica Kathya Araujo dijo que el resultado del plebiscito, aunque votó la mitad de los padrones electorales, refleja una inflexión de esperanza.

Y la esperanza está presente porque por primera vez en nuestra historia, redactaremos una Constitución democrática e inclusiva, en una Convención Constitucional que será conjunta, con escaños reservados a los pueblos indígenas y la participación de los partidos políticos junto a los independientes. Llegar a este punto ha sido un camino largo y no exento de dificultades. El actual proceso constituyente en Chile es resultado de un acuerdo social amplio de cambio constitucional que se fue expresando en luchas sociales desde 2006 y que tienen su mayor expresión en octubre de 2019, donde protestas masivas y hechos de violencia, paralizaron al país por más de un mes. Este proceso también tiene un antecedente político. En 2016, la presidenta Michelle Bachelet convocó a la ciudadanía a un proceso constitutivo basado en el diálogo ciudadano que nos mostró la voluntad de participación ciudadana -más de 200.000 personas participaron en órganos de deliberación-, y una nueva agenda social que ya expresaba el profundo cambio que vivimos. como país. Sin embargo, no se llegó al acuerdo político por lo que estos diálogos ciudadanos se trasladaron a la deliberación en un órgano constituyente específico, y con el cambio de gobierno en 2018 se suspendió el proceso.

El amplio acuerdo político no cristalizó hasta noviembre de 2019, tras las movilizaciones sociales de octubre del mismo año. El acuerdo de paz y la nueva constitución fue firmado por 11 de los 17 partidos representados en el Congreso, logrando el quórum de 2/3 que requiere la reforma constitucional para convocar un plebiscito por el cambio constitucional. La ciudadanía ratificó la vía democrática con una participación del 51% en el plebiscito constitucional de octubre de 2020, donde el 80% aprobó la redacción de una nueva constitución a través de una convención constitucional.

El hecho de que la Convención Constitucional fuera inclusiva fue una segunda batalla de las fuerzas sociales en el marco del debate legislativo. La legitimidad del proceso constituyente se juega no solo en la elección de los procesos de tratados, sino también en el hecho de que este órgano logre representar la diversidad y la posibilidad de cambio en las que se basa la esperanza. En marzo de 2020 se aprueba la legislación para la paridad de la Convención y en diciembre de 2020 se aprueba la ley de escaños reservados a los pueblos indígenas. Estas innovaciones democráticas son las nuevas reglas del juego que permiten la inclusión de nuevos actores, y esto se reflejó en la gran cantidad de candidatos inscritos a la Convención Constitucional. Un estudio del Observatorio de la Nueva Constitución muestra que entre los 1.468 candidatos a 155 escaños, hay diversidad de perfiles, donde el 77% de los candidatos no tiene experiencia política o pública previa. Los programas presentados por los candidatos a la Convención incluyen una nueva agenda, y podemos ver que el debate está orientado hacia una sociedad más justa, democrática e inclusiva.

Momentos antes de ir a mi mesa de votación, me abruma la emoción de que por primera vez me encuentro frente a una papeleta que tendrá un balance de candidatas femeninas con candidatas masculinas. Y los recuerdos vuelven a mí, escuchando a mis abuelas contar sus historias de participación en el movimiento por el sufragio a principios del siglo XX, cuando la reivindicación era el derecho al voto. Escuche recuerdos de mi madre y tías sobre la dictadura, la lucha por la restauración democrática y el papel de la mujer en este proceso, para ampliar nuestros derechos y libertades. Recuerdo que en 2006 nos pusimos el cinturón presidencial y fuimos con mi hija a celebrar en las calles el triunfo de la elección de la primera mujer presidenta de Chile. También reflexiono sobre el trabajo que llevamos a cabo con líderes sociales y políticos por la ley de cuotas en 2015, en un gobierno liderado por Michelle Bachelet, y por la paridad lograda en 2020 tras una gran movilización de organizaciones feministas y de mujeres. Y eso me llena de esperanza. Sabiendo también que los pueblos indígenas tendrán su propia papeleta verde y 17 escaños para representar sus ideas y propuestas en la Convención Constitucional.

Lo distintivo y significativo de este proceso es que nos corresponde a nosotros, los ciudadanos, definir este futuro. En unos días sabremos quiénes serán las 155 personas que nos representarán. Los constituyentes tendrán el desafío de construir los acuerdos para un nuevo pacto social, donde puedan establecer mecanismos de participación ciudadana durante la deliberación constitucional, y la transparencia necesaria para restaurar la confianza. La democracia, como dice Martha Nussbaum, se construye con el amor al bien, con la esperanza de un futuro mejor, como un muro contra el odio y la rabia.

Pamela Figueroa Es doctora en Estudios Americanos, académica de la Universidad de Santiago (USACH) y coordinadora académica del Observatorio Nueva Constitución.