«Es necesaria una reforma de las pensiones, pero la propuesta está plagada de muchas injusticias»

min 2017, el candidato presidencial Emmanuel Macron hizo campaña proponiendo la llamada reforma de pensiones “sistémica”. La idea era calcular las pensiones según «puntos» que corresponde a las cotizaciones pagadas a lo largo de la carrera profesional. En febrero de 2020, después de una larga fase preparatoria con los interlocutores sociales finalmente saboteada por la introducción por parte del gobierno de una edad pivote, y en un contexto de fuerte movilización social, la Asamblea Nacional aprobó mediante 49.3 dicho proyecto de reforma. Pero, el 16 de marzo, el Presidente de la República anunció la suspensión de las reformas en curso, incluida la de pensiones, debido al confinamiento vinculado al Covid-19.

De sistémica, la reforma «punteado» dio paso a un proyecto mucho más clásico, que fue presentado al Consejo de Ministros el pasado 23 de enero. Este nuevo proyecto pasa por un parámetro clave, la edad legal de jubilación, que fija en 64 años. Esto suscita una oposición importante y una movilización de todas las organizaciones sindicales recibidas en opinión de un apoyo considerable. Cuanto más la defienden los parlamentarios cercanos al poder y los pocos ministros que se comprometen, más esta causa suscita un rechazo amplio y decidido, en tanto los argumentos de sus impulsores son poco coherentes y en definitiva inaudibles, por no haber sido reformado. La confianza no está allí.

Nosotros, cuya función es producir y difundir análisis, ideas, investigaciones y conocimientos, queremos asociarnos a esta movilización. Estamos a favor de una reforma, siempre que cumpla dos requisitos: debe ser justa, socialmente. Y debe resultar de un proceso decididamente democrático que respete los órganos intermedios.

¿Qué reconocimiento, finalmente?

Durante el confinamiento, los franceses supieron ver que no todos los trabajadores iban en el mismo barco, mientras ellos y ellas cumplían funciones vitales para nuestra sociedad. La contribución de los recortadores de economía, repartidores, cajeros, cuidadores y muchos otros, cuyo trabajo suele ser considerable, fue comprendida y a menudo aplaudida. Pero, ¿para qué reconocimiento, en última instancia? Los “seniors” se encuentran desempleados en Francia a partir de los 50 o 55 años, en una proporción muy superior a la que se observa en el resto de Europa. Las mujeres, cuya trayectoria profesional no es la misma que la de los hombres, esperan más equidad. Etc.

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