Esta no es una ciudad para ancianos

Julio, mi vecino de enfrente, se aleja de Madrid; Con su pensión no paga las facturas para seguir viviendo en el barrio. Nacho, el vecino, lo piensa. Jesús y Nieves, dos calles después, se dirigieron a la ciudad en vísperas del parto y decidió no volver; Dicen que «este pueblo se ha vuelto odioso» y que tienen éxito en el teletrabajo.

Madrid no es una ciudad para mayores. No para gente joven. No para niños. No para pequeños comerciantes y empresas familiares. En barrios del centro como el mío a este ritmo solo habrá turistas, compradores compulsivos con alto poder adquisitivo, franquicias, multinacionales, empresas de saneamiento e inversionistas de América Latina. Millonarios con apellido de político venezolano rehabilitaron edificios con los que ni el banco más poderoso se atrevía en la época de las vacas gordas. El metro cuadrado se ha disparado, Pero el vecindario se está convirtiendo en una mezcla de centro comercial y parque temático para despedidas de soltero.

Con la pandemia reducción del ruido, la suciedad y la contaminación, pero la empresa soñada por quienes se opusieron con uñas y dientes en el Madrid Central de Carmena y que, durante la reciente campaña electoral, manipularon el concepto de libertad, ya está rugiendo. Puedes orinar libremente en la calle, pero no se puede caminar libremente por las aceras, que están llenas de mesitas de noche, calentadores, motocicletas, autos y scooters de alquiler.

De Pontevedra a Murcia, de Girona a Sevilla, pasando por Santander, Vitoria, Pamplona, ​​Salamanca, Valencia, Cáceres, Zaragoza, Córdoba y cientos de otras ciudades, pueden presumir de vivir con alegría sin tener que sufrir los que confunden a los ciudadanos con los consumidores. Veamos que pasa en dos años