Estado de alerta: la excepción y la costumbre | Opinión

Estado de alerta: la excepción y la costumbre |  Opinión
Sede del Tribunal Constitucional de Madrid.Jesús Hellín / Europa Press

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Manejar la pandemia ha sido un gran problema. La novedad, los desencuentros entre administraciones y la competencia partidista crearon un caos legal. La decisión del Tribunal Constitucional de que el decreto de estado de alerta de marzo de 2020 era parcialmente inconstitucional tomó demasiado tiempo. Las renovaciones en curso o las filtraciones en la prensa no están ayudando a la institución. El hecho de que haya sido una decisión cerrada no la deslegitima, pero el estrecho margen y los cinco votos individuales indican que estamos ante una discusión compleja. Lo vimos en el debate de expertos sobre el marco legal apropiado para las restricciones a los derechos requeridos para combatir la pandemia. Ana Carmona, Miguel Presno Linera o Gabriel Doménech escribieron que el estado de alerta era la medida ideal; Otros, como Manuel Aragón y Germán Teruel, argumentan que el estado de emergencia era más apropiado.

Ciertos miembros de la corte no votaron de acuerdo con lo esperado según su filiación ideológica: la interpretación en líneas posicionales no se sostiene. El gobierno puede argumentar que hubo razones para usar el estado de alerta y las otras partes no deberían presumir: lo apoyaron. Pero mostrar enfado es inútil: es irrelevante decir que el encierro salvó vidas, porque no se debatió este tema, sino el marco legal para decretarlo, ni para exigir al tribunal un estado de sentido, que por casualidad en la vida suele coincidir con interés del gobierno. Ahora tendremos una guía. Gabriel Moreno escribió que debemos buscar «un consenso para reformar la regulación constitucional de los estados de alerta, emergencia y asedio (art. 116), con un objetivo claro: adecuar y aclarar el marco legal para la próxima crisis».

En todas las democracias, hay fricciones entre poderes y con instituciones de contramayoría. Es común que el ejecutivo se queje de otras fuerzas que limitan su acción. Las instituciones tienen fallas, en parte porque los partidos tienden a colonizarlas. Pero sus problemas solo nos escandalizan cuando los percibimos como un obstáculo: luego se convierten en una anomalía democrática. El uso está abierto a la crítica desde el punto de vista normativo, pero también táctico: un día las mayorías pueden cambiar y nos puede llevar a recurrir a él; También es posible que tengamos que defendernos fuera de las instituciones que se nos ha acusado de socavar. @gascondaniel