Feijóo, el barón sin sombras | España

Feijóo, el barón sin sombras |  España

Más alto, más fuerte y más justo físicamente que cuando asumió la presidencia del PP gallego, en 2006. Para bien o para mal para un partido autonómico donde nada nuevo destaca bajo el sol, Alberto Núñez Feijóo apoyó con el 98,3% de los votos. este fin de semana su protagonismo en el XVII congreso de su formación en la comunidad, sin que nadie le eclipsara y con la presencia de Pablo Casado y altos representantes del PP en España para hacerle perder. Con esta quinta victoria consecutiva, este asiduo estudiante de derecho que llegó al servicio público con la fachada de tecnócrata superó al Patriarca Manuel Fraga, quien, ahora en sus ochenta años, dio testimonio a su prole política después de haber liderado durante 15 años el timón del popular Voto caladero que es Galicia.

La de Feijóo, que hace un año, el pasado mes de julio, arrasó con la Xunta en las urnas por cuarta vez consecutiva, fue la única candidatura que se presentó al cónclave celebrado el viernes y sábado en Santiago.

No hubo rebeliones a bordo y no lo esperábamos. El vicepresidente Alfonso Rueda lo explicó hace unos días durante una reunión de la junta directiva del PP en Vilagarcía: Feijóo es, para los populares gallegos, el «capitán magnífico» que necesitan «para seguir navegando el temporal». «Como ya lo tenemos», continuó, haciendo girar la metáfora, «todo lo que necesitamos es que siga queriendo ser el capitán. Y como todavía quiere ser … Presidente, esta es su tripulación», dijo. , mirándolo a la cara. Muy, muy atrás quedan las declaraciones del viejo Feijóo, quien, a sus 44 años, defendió la conveniencia de no postularse más de dos veces para el cargo.

Tiene ahora 59 años (60 el 10 de septiembre) y bajo la ya paternal figura de Alberto Núñez Feijóo, el PP de Galicia talla sin mucho esfuerzo esta imagen de unidad que sabe que es su gran baza. Las elecciones «las gana un partido unido que no cuestiona a sus candidatos», recordó Rueda, nombre eterno entre los suplentes siempre que se decía que el presidente iba a emigrar a Madrid. «Mientras Feijóo quiera seguir, seguirá y tendrá el apoyo de todo el mundo», decidió el vicepresidente de la Xunta.

Alberto Núñez Feijóo, en el centro, en el momento de proclamarse jefe del PP gallego en Santiago, con Pablo Casado a la derecha y Mariano Rajoy a la izquierda.Xoán Rey / EFE

Muchos creen que este tren a la capital de España ha pasado definitivamente por el barón, del que nadie habla en su casa de la Galia Ibérica. La última vez que tuvo opositores fue en los albores de los tiempos, cuando Fraga era el tótem y Feijóo desafió la presidencia histórica como Xosé Cuíña, ya fallecido, y José Manuel Barreiro, senador desde 2008, que hoy pide al presidente gallego que no ceda. arriba.

Ante la ausencia de dirigentes carismáticos en las provincias, el partido propuso este congreso como el pistoletazo de salida para una carrera que algunos dirigentes califican de «difícil» o «complicada»: la de las elecciones municipales, que en dos años pueden hacer la oportunidad de ganar. el ayuntamiento de una de las siete ciudades gallegas. Hoy, en su mayor parte, están en manos del PSdeG-PSOE (Vigo, bajo el síndrome de Abel Caballero), el Bloque Nacionalista Gallego (Miguel Anxo Fernández Lores gobernando Pontevedra durante 22 años) y una extraña democracia de ‘Ourensana cuyo líder está bajo investigación por malversación de fondos y vive una tensa relación de supervivencia mutua con el PP de Baltar.

En esta entronización en Santiago había tantos cargos populares de fuera de Galicia que casi parecía un congreso estatal. Al ascendiente que ejerce Feijóo en el PP nacional se suma, según el popular de la comunidad, que Galicia es “un territorio simbólico” para el partido. Algo así como un talismán, “la cuna” de la reforma ideada por Fraga that, tal y como le gusta repeat in muchas de sus visitas a Casado, hunde sus raíces “en las aldeas y las romerías” that huelen a pulpo y suenan a gaita. Da igual que en ocasiones el presidente gallego ejerza con moderación su papel de cobarde vertedor, marcando distancias con la cabeza del Génova. Como cuando rechazó cualquier tipo de pacto con los Ciudadanos o cuando, en la reciente crisis con Marruecos, apeló a la «altura» de la visión para afrontar juntos «un problema de Estado» ante un Pablo Casado que acudió a masacrar a Pedro Sánchez. .

«Galicia es el ejemplo de que es compatible ser una nacionalidad histórica con un profundo respeto por la unidad de España y por la Constitución de 1978», subrayan desde la formación de Feijóo. “Y cuando todo el país sufrió los efectos de la inestabilidad política del pluripartidismo y las opciones más extremas, los gallegos optaron por un gobierno estable, por la unificación de la centroderecha en torno al PP y por dejar fuera a la ciudadanía. Parlamento, VOX y Podemos ”.

El hijo de Sira y Saturnino, criado en Os Peares, ciudad dividida por tres ríos y el ferrocarril en cuatro municipios de dos provincias (Lugo y Ourense), se afianza cuando se atomiza el panorama político español. En Os Peares, se le recuerda como un estudioso acérrimo, que apenas jugaba con los demás niños, decidido a no perder el tiempo. Quería ser juez, pero los problemas económicos de su familia cuando su padre perdió el trabajo lo obligaron a buscar una vida lo más rápido posible. No tenía una ideología clara. Siempre dijo que votó una vez por el PSOE de Felipe González. Pero aprobó con el número dos las primeras competencias convocadas por la Xunta y con tan solo 29 años, el concejal José Manuel Romay Beccaría lo eligió como hombre de confianza. Después de haber presidido el Insalud y los Correos, en 2003 (un año después de incorporarse al PP), el heredero regresó a Galicia y Fraga lo ungió para todo lo que siguió.

No es su política lingüística criticada; ni las protestas por recortes en salud; ni los incendios con víctimas mortales en 2017; ni el grito en el cielo de los grupos ecologistas por la gestión ambiental; ni el reciente fiasco de la candidatura de Ribeira Sacra al patrimonio de la Unesco; ni las muertes de ancianos en residencias de ancianos durante la primera ola. Nada agota a Feijóo. Su mayor defecto público fueron las fotografías publicadas en 2013 por EL PAÍS, que revelaban su antigua amistad con Marcial Dorado, contrabandista y narcotraficante. Pero incluso frente a estas imágenes, estaba blindado.