Juegos Olímpicos: Yulimar Rojas rompe récord mundial de triple salto y Ana Peleteiro es bronce | Juegos Olímpicos 2021

Juegos Olímpicos: Yulimar Rojas rompe récord mundial de triple salto y Ana Peleteiro es bronce |  Juegos Olímpicos 2021

«Soy una niña, así es como me divierto, como una niña», dice Yulimar Rojas, una atleta de talento único, casi de ciencia ficción, antes de dar el triple salto en un viaje alucinante hacia una nueva dimensión. En un espacio donde solo vive esta francesa, tan lejos, que entregó tres botes y se fue volando, y el estadio estaba emocionado, y quería sentir esa emoción, que se iba a hundir hasta los huesos. Es oro en Tokio, y récord mundial con 15,67 en una prueba en la que la gallega Ana Peleteiro es bronce.

A los 25 años, Yulimar reclama para sí esa emoción en un estadio vacío y cálido porque en Tokio hace el calor de su tierra, y su humedad, y ni una brisa caritativa lo aligera, pero se siente en su calle, una niña, y serie. “Esta es mi tierra”, dice. «Caliente y húmedo.» En su primer salto, 15,41 metros, bate así el récord olímpico chasqueando los dedos, como un mago, con tanta facilidad que saca de la nada una carrera fluida y potente, pasos amplios, más de 2, 70 metros al final. , y no pierde ni un ápice de velocidad cuando, apoyado firmemente, al final del pasillo, frente al tablero, da un salto, un paso, un salto.

Se levanta, vuela, alarga su cuerpo infinito, sus largas patas, sus 1,92 m graciosos, elegantes y flexibles, finos como una caña de banco. 17 pasos y Bang Bang Bang. Así juega una campeona en una final olímpica, que gana la primera vez y tiene cinco para terminar el proceso, el método también dice, como la escuela de música de su país y Gustavo Dudamel, y hace dos registros cero, y afina, y afina, e Iván Pedroso, desde la grada, asesora y aconseja, con sus gestos, con sus manos, con sus brazos, a un director con dos solistas de su conservatorio de Guadalajara.

Peleteiro, tras ganar el bronce.Juan Ignacio RONCORONI / EFE

Y en el sexto, la explosión. La perfección. Batida a 2,6 centímetros de la arcilla, de largo saltar, corre escenario, muy largo salto que llega hasta los 15,67 metros, un territorio inexplorado, otro mundo, otra dimensión. El récord, 17 centímetros más alto, de un solo golpe, que los 15,50 que batió el ucraniano Insa Kravets en Gotemburgo en 1995, dos meses antes de que la mujer destinada a borrarla también naciera más lejos que en Venezuela. Y al igual que Ana Peleteiro, su compañera en solitario de la escuela afrocubana que el campeón Pedroso ha instalado en la ciudad española más cómoda para su esposa, azafata, cerca del aeropuerto de Barajas, se pone a llorar tras resistir con un ataque de hiperventilación del impulso. , y luego fue una fuente. Como Peleteiro, su amigo.

Para Rojas, una niña, un juego. Para los demás, una cuestión de extrema intensidad, casi de vida o muerte. No se ha visto una triple competición como hace mucho tiempo, tan extraordinaria. Porque Peleteiro también tenía motivos para llorar de emoción. Decidida a seguir el camino de la grandeza, testaruda como sólo ella puede ser, la deportista gallega, también de 25 años, también de sangre africana, se volvió adicta y creció, y se saltó su primera final olímpica como ella. la vida. Compitiendo como la gladiadora que anunció que lo haría, y no bromeaba, como si el arenero fuera la arena del Coliseo de Roma, Peleteiro necesitaba batir dos veces el récord español (14,77 m en el segundo salto; 14,87 m, un mundial). ). marca de clase, quinta, carrera muy corta) para sofocar el peligro de la jamaicana Shanieka Ricketts, medallista de plata en Doha. Peleteiro terminó tercero, con el bronce, y no fue el segundo, la plata, porque para la portuguesa Patricia Mamona la pista de Tokio, la invitación de Yulimar Rojas a todas las triplistas del mundo para seguirla en su exploración del más allá. También fue la señal: saltó 15,01 m, récord para Portugal, y quedó segunda, más cerca de la gran venezolana.

Rojas, como los músicos Dudamel, se pone la bandera de su país en la espalda, a modo de chándal, y recoge sus lágrimas y la emoción que buscaba, y que encontró en un estadio vacío y cálido, con los de Peleteiro, también. envuelto en tu bandera. La atleta española fue imparable en 2012, campeona del mundo junior, y después de mucha investigación, y después de perderse en los laberintos de la vida, se encontró en Guadalajara con la vida que ama, con el saltador portugués Nelson Évora y con el profesor Pedroso, creador. de campeones.

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