La crisis del coronavirus: los polizones de las vacunas | Opinión

La crisis del coronavirus: los polizones de las vacunas |  Opinión
Protestas en París el pasado miércoles contra las medidas anunciadas por Emmanuel Macron para luchar contra el coronavirus.GONZALO FUENTES / Reuters

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Podemos culpar a Emmanuel Macron de muchas cosas, pero no de cambiar su discurso sobre la vacunación. Si miramos la evolución de la pandemia en Francia, es bastante lógico querer hacerla obligatoria para los trabajadores y agentes sanitarios que están en contacto con ciudadanos vulnerables. Los asesores del Elíseo venían advirtiendo desde hacía algún tiempo que el nivel de vacunación de este grupo era demasiado bajo. Hace un mes, dos ancianos vacunados murieron en una residencia en el sur de Francia donde parte del personal no quiso vacunarse.

Pensando en las elecciones del próximo año, Macron está haciendo todo lo posible por no parecer mandón. Durante meses, ha insistido en que es «mejor convencer que imponer». Pero la pedagogía apenas le sirvió. A las habituales antivacunas se ha sumado una parte de la población francesa mucho más difícil de clasificar, que el gobierno ya ha renunciado a perder. Hay quienes están vacunados contra el sarampión o la tuberculosis por ejemplo, pero no contra el covid-19. Dicen que sospechan de la rapidez con la que las compañías farmacéuticas obtuvieron la cura esta vez, y que tienen miedo de introducir algo en el cuerpo que no saben qué es. Al equilibrar sus miedos y el bien común, los primeros pesan más por ellos.

Luego están los que admiten descaradamente que están esperando que sus conciudadanos se vacunen para que se genere la inmunidad de grupo. La peor parte es que muchos de estos jinetes libres o los polizones de la vacuna no se ven venir. No son necesariamente manifestantes y no votan por la extrema izquierda o la extrema derecha. Muchos han recibido educación superior y tienen acceso a información de calidad. Son simplemente egoístas. El sistema de salud pública realizaba pruebas de antígenos cada vez que, por ejemplo, querían ir a un concierto.

Es precisamente por ello, además de tomar medidas coercitivas con el personal sanitario, que el Elíseo ha endurecido las condiciones del certificado COVID para el resto de franceses y turistas. En unos días tendrás que estar vacunado o tener un resultado negativo para entrar a los cines, tomar una copa en la terraza, o viajar en tren, entre otros. En el otoño, se pagarán los PCR. Las dosis faltantes seguirán siendo opcionales, pero cada vez más pesadas.

Aún no se sabe si Macron pagará un precio político para pasar de la recomendación a la demanda. Otros países como Italia, Grecia y el Reino Unido han seguido un camino similar. Veremos debates en los parlamentos y manifestaciones en las calles. Y volverá a surgir una pregunta recurrente en esta pandemia que para algunos es incómoda, pero que es la base de la democracia: qué hacer con la zona gris entre libertad y solidaridad.

@anafuentesf