La falsa batalla de L’Hospitalet, de Joan Cañete Bayle

Si me pongo ingenuo, Podría afirmar que la selección de Marruecos es la más europea de las que participó en el Mundial de Qatar. Trece de sus jugadores tienen la nacionalidad de cuatro países europeos: España (Achraf Hakimi y Munir Mohammedi), Países Bajos (Hakim Ziyech, Noussair Mazraoui, Sofyan Amrabat y Zakaria Aboukhlal), Bélgica (Selim Amallah, Ilias Chair y Bilal El Khannous), Francia (Romain Saïss, Sofiane Boufal y Zakaria Aboukhlal) e Italia (Walid Cheddira). Que suene el Himno de la Alegría, que ondee la bandera de la UE.

Sin embargo, si mi intolerante pongo, al estilo de los memes racistas que proliferaron los días previos del partido entre España y Marruecospodria escribir que este mismo hecho supone un crack de la política de integración europea. Al fin y al cabo, esos mismos trece jugadores han decidido jugar con Marruecos porque su identidad, sus simpatías, sus sentimientos, los ‘abascales’ dirán que sus fidelidades, recaen en el país árabe, no en España. Si el fútbol es, adaptándose a Clausewitzla continuación de la guerra por otros medios, al elegir jugar con Marruecos los jugadores europeos habrían confirmado los prejuicios de quienes los ven, a ellos ya quienes celebraran sus victorias en las calles, como una quinta columna, el «ejército simbólico desarmado de Marruecos», con perdón de Vázquez Montalbán. Para quienes ven en peligro la patria en todo momento, cada esquina es un campo de batalla y cada persona diferente es un enemigo.

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racismo banal

El meme «la batalla por L’Hospitalet: quien ganó el Marruecos-España se queda L’Hospitalet» es un buen ejemplo de racismo banal. Corrió como la pólvora de móvil a móvil, viralizándose de inmediato, y provocando risas, o al menos sonrisas, en muchas personas que lo vieron como un chiste inofensivo y que, por supuesto, no se considera a sí mismo racistas. Sin embargo, las cargas de profundidades significativas que llevaron el chiste para provocar la risa son de alto voltaje: los habitantes de origen marroquí de L’Hospitalet (6.223, según el INE de 2022) no son españoles; L’Hospitalet no es una ciudad totalmente española, a causa de esta presencia de marroquíes; los marroquies nacidos en españa no son españoles. No se popularizó ningún meme de ese estilo cuando España y Alemania jugaron en la fase de grupos de este mismo Mundial, algo así como «La Batalla de Mallorca: quien ganó el Alemania-España se queda con la isla». Nadie duda de la españolidad de Mallorca y los alemanes –europeos como nosotros, aunque más rubios y menos morenos– no son vistos como una quinta columna de invasores, una amenaza. No son el otro.

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Tras la victoria de Marruecos a Bélgica en la fase de grupos, hubo interrupciones en Bruselas protagonizadas por segundas y terceras generaciones de la emigration, como los jugadores holandeses, españoles o belgas que han preferido jugar con Marruecos cuando, en varios casos, podrían haber jugado con países europeos. La identidad, en este caso, es una autopista de dos vías: se sientan en marroquíes y árabes (muy significativa la bandera de Palestina en sus celebraciones en los estadios) en unos países en los que gran parte de la población no los considera españoles, ingleses u holandeses, sino marroquíes. Con la importancia que tienen los papeles para otorgar derechos y ayudas en la selva burocrática, en este caso lo que digan las partidas de nacimiento y los pasaportes, no importa. Priman la identidad y los sentimientos más enraizados. Cuando estas emociones se mezclan con el fútbol, ​​la combinación puede ser incendiaria, come in Barcelona aprendimos ya hace mucho tiempo con las celebraciones del Barça.

Una oportunidad

Casos el de la selección de Marruecos, o el de los hermanos Williams (Iñaki y Nico, jugadores ambos del Athletic de Bilbao, que jugaron el Mundial uno con Ghana y el otro con España) its a muy buen vehículo para avanzar en una integración real de los colectivos de migrantes, no basada en preceptos ingenuos ni en nacionalismos intolerantes, xenófobo y excluyentes. Una integración que parte del concepto de ciudadania que otorga derechos e impone deberes, despojado de emociones,sentimientos y exaltaciones nacionalistas. Un concepto que define como ciudadano español a quien cumple con sus obligaciones y no a quien quiere que marque un gol o gane el Mundial Dani Carvajal, nacido en 1992 en Leganés, o Achraf Hakimi, nacido en Madrid en 1998.