La literatura se cuela en la primera línea de defensa contra el coronavirus

La literatura se cuela en la primera línea de defensa contra el coronavirus

Que la literatura pueda ser terapéutica nunca ha tenido más sentido que en México en medio de la pandemia del coronavirus. En octubre de 2020, alrededor de 30 trabajadores de la salud participaron en un taller de poesía y crónica, con el objetivo de plasmar su trabajo y experiencia personal en los textos durante los peores momentos de la pandemia. Personal de salud de todo tipo, desde enfermería hasta psiquiatría pasando por trabajadores sociales, fueron contactados para formar parte del proyecto por los impulsores de la iniciativa, la Dirección de Literatura y Promoción de la Lectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Este otoño, un año después, nace el resultado: Primera línea, crónicas y poemas escritos por trabajadores de la salud, un libro que recopila algunos de los trabajos surgidos de las sesiones.

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El libro, que fue presentado por videoconferencia el 26 de agosto, acaba de salir de la prensa. Será gratis y próximamente descargable en PDF desde el sitio web de la UNAM, porque el objetivo es poder difundir al máximo las experiencias de este grupo de trabajadores de la salud. La idea original era crear un espacio a través de la literatura en el que los trabajadores de la salud pudieran intercambiar sus historias, sentimientos e impresiones. Un grupo de iguales que sirvió de terapia y ayudó a reflejar las enormes dificultades encontradas al tratar, en «primera línea», con covid-19. El proyecto se dividió en dos talleres, uno sobre crónicas y otro sobre poesía, donde los participantes se inscribieron según sus inquietudes. Las sesiones, entre cinco y diez según las modalidades, se realizaron mediante videollamada para evitar contactos de riesgo.

Además de ser residente del Hospital Psiquiátrico Fray Bernardino, Orlando Mondragón, de 28 años, es un autor galardonado. Cuando fue llamado el año pasado para dirigir el taller de poesía, no lo dudó: “Fue muy emocionante. Este era el caso de algunos médicos en formación, y recuerdo el caso de un médico residente que tuvo que hacer una sesión desde el hospital. Fue muy impresionante verla con su máscara y equipo de protección mientras hablaba de literatura ”.

Una de las ilustraciones del libro ‘Primera línea, crónicas y poemas escritos por trabajadores de la salud’.Jimena Estibaliz

Mondragón dice que su papel ha sido más de facilitador que de docente: “Sentí que casi ninguno tenía formación literaria, así que les di herramientas retóricas, lecturas recomendadas por las que empezar. Luego, los participantes trajeron sus propios textos, que todos leyeron, criticaron y trabajaron.

Los participantes pudieron aportar poemas de todo tipo, pero en última instancia, los seleccionados para el libro fueron los que reflejaron sus experiencias en los hospitales durante la pandemia. “El título quiere mostrar que los participantes fueron la primera línea de atención contra el coronavirus, y también que fue la primera línea que escribieron porque nunca antes habían escrito textos literarios”, especifica Mondragón.

De niño, Citlali Ramos, de 30 años, soñaba con vivir un episodio histórico. Y con el coronavirus, mientras trabajaba como interno en el Hospital General Regional de Querétaro, vio cumplido su deseo, aunque no fuera como lo imaginaba: «Cuando te afecta de verdad, no sabes cómo». para adaptarse «. Recuerde la descarga de adrenalina. El riesgo de la situación: se infectó. Un día se enteró del taller a través de una publicación en las redes sociales y decidió inscribirse. Para ella, tenía algo de sanador:» Es una forma de conocerse a sí mismo y desarrollar la empatía con los demás sin tener que experimentar el dolor del otro. En sus poemas habla del malestar y el estrés del trabajo durante los días más difíciles de la pandemia. Un año después, sigue escribiendo.

Una de las páginas del libro 'Primera línea, crónicas y poemas escritos por personal sanitario'.
Una de las páginas del libro ‘Primera línea, crónicas y poemas escritos por personal sanitario’.Jimena Estibaliz

Miguel Otero, de 40 años, psiquiatra de los centros del Instituto Mexicano del Seguro Social y Sedena, es lo mismo que Ramos. Desde que hizo el taller no ha dejado de escribir poesía: “Había ideas que se quedaron en el tintero y que intenté de alguna manera seguir desarrollándome. Para él, trabajar durante la pandemia fue «una experiencia compleja y en ocasiones dramática, pero también muy inspiradora por el trabajo de sus colegas, pacientes y familiares». Por eso recuerda las sesiones como una experiencia gratificante: “No exagero cuando digo que fue terapéutico. No era solo un espacio literario, también era catártico y reflexivo, lo que ayudó a compartir nuestras experiencias, que fueron muy difíciles por el tipo de dinámica del hospital ”.

Leonardo Tarifeño, periodista cultural y autor de dos libros, ya tenía experiencia de liderar talleres literarios con personas que nunca antes habían escrito. Por eso aceptó el papel de guía en las sesiones de crónica. Su experiencia personal con los participantes fue diferente a la de Mondragón u Otero: “Para mí, más que catártico, fue un aprendizaje. Tenían la intención de compartir las realidades que habían experimentado, su entusiasmo estaba puesto en comunicarse en lugar de deshacerse del peso que llevaban. Era como ver las noticias de la televisión clandestina, ni siquiera sabían lo que les había pasado a los demás. Muchas de las enfermeras eran niñas que no tenían experiencia previa, o eran voluntarias, viendo morir a personas todos los días con entrenamiento. Rápido en el que ni siquiera ellos confiaban. Sin embargo, no queríamos que fuera una historia de tristeza, queríamos que tuviera una dimensión literaria ”.

La realización del proyecto fue un esfuerzo conjunto entre la Dirección de Literatura y Fomento de la Lectura (DLFL) y la Facultad de Medicina de la UNAM, la Escuela Nacional de Enfermería, la Facultad de Postgrados Iztacala y la Escuela Nacional de Trabajo Social, como lo enfatiza Anel Pérez, director de DLFL. Considera que las historias de los trabajadores de la salud deben contarse: “El libro es importante porque humaniza la voz de los trabajadores de la salud, y nos recuerda que el coronavirus ha cambiado la relación entre médico y paciente y se ha vuelto persona a persona. ”. Pone especial énfasis en potenciar la labor del personal de enfermería y social, así como la del médico o psiquiatra: «Durante la pandemia, el trato directo con el paciente fue sobre todo el de la enfermera».

Las historias recopiladas oscilan entre la angustia y el dolor, el esfuerzo y la frustración, pero también la ilusión y la esperanza. El libro, como explica Tarifeño, intenta alejarse de los lugares comunes, evitar esta idea tan difundida que sitúa a los médicos como héroes, ceñirse a una perspectiva más humana y realista y conseguir trasmitir la pandemia a la vista. Los testimonios escritos demuestran que la tinta a veces puede sobrevivir a las enfermedades.

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