La noche sin miedo de Covid

Este fin de semana, muchas personas perdieron el miedo al coronavirus que nos ha estado causando tantos problemas durante el último año y medio. Miles de jóvenes eufóricos – y algunos no tan jóvenes – Han salido a las calles de muchas ciudades para celebrar de forma irresponsable el fin del estado de alerta, la medida extrema tomada para frenar la pandemia.


La explosión de alegría, que tanto perturbó los sueños de muchas familias, traspasó los límites de la prudencia y el respeto por la salud, la propia y la ajena. La euforia por lo que se vio como una libertad recuperada y un triunfo sobre el virus finalmente se convirtió en una nueva fuente de preocupación en un momento en que las vacunas comenzaban a traer esperanza poner al final de la pesadilla.

Fue sin duda una explosión de alegría injustificable e irresponsable. El virus continúa atacando, alrededor de 14.000 nuevos infectados entre el viernes y el domingo, llenando las unidades de cuidados intensivos de los hospitales y matando a decenas de personas todos los días. Dar la alarma no es el final de una batalla o una amenaza que aún se teme que el viaje sea largo.

«La responsabilidad de lo sucedido no fue solo de los participantes en las festividades. Gran parte de la culpa es de las autoridades nacionales y regionales».

Ahora es el momento de estar más atentos para liberarnos del peligro lo antes posible. Lo que pasó este fin de semana es un desafío en el que toman todo para perder. La frustración creada durante tanto tiempo por los encierros y otras medidas es comprensible, pero La venganza apresurada es una irresponsabilidad en la que están en juego muchas vidas.

También hay que apresurarnos a decir que la responsabilidad de lo sucedido no fue solo de quienes se lanzaron sin máscara y sin exceso de alcohol en tan injustificada celebración, de los participantes en la fiesta. Gran parte de la culpa recae en las autoridades, nacionales y regionales, que no han adoptado las disposiciones para prevenirlo.

Toda la pandemia ocurrió en medio de contradicciones y un Falta de sentido de la necesidad de unirse frente a un enemigo común.n eso fue patético. El Gobierno no supo imponer su autoridad aun cuando se cerró el estado de alarma y las administraciones autonómicas no supieron, o no quisieron, unir fuerzas para afrontar el riesgo que podría suponer.