Lo epidemiológico y lo político | Cataluña

Lo epidemiológico y lo político |  Cataluña
Verbena de Sant Joan. Playa de la Barceloneta.Albert García / EL PAÍS

Francamente, ver el mapa de la incidencia acumulada de covid en las regiones europeas en estos días es bastante impactante. El negro con el que Cataluña aparece como una zona de contagio absolutamente esquiva hiere los ojos y, lo que es peor, preocupa y preocupa los ánimos de una población ya consumida por más de año y medio de pandemia. Por los fallecidos, por las dificultades económicas que sufren muchos sectores de la población, por el terrible impacto emocional y psicológico cuyas consecuencias veremos en un futuro próximo.

La carta también produce enfado, por la sensación concreta de que podría haberse evitado. Les sensations ne correspondent pas toujours à la réalité, encore moins dans une matière comme celle-ci, où il a déjà été montré qu’il y a de nombreux facteurs qui jouent un rôle dans la détermination de l’évolution dans un sens ou dans otro.

La Generalitat cuenta con suficientes expertos informados para observar lo que estaba sucediendo

Se han observado otras áreas donde ha habido un aumento de infecciones explosivas. Así que no podemos saber si una quinta ola de estas dimensiones iba a golpearnos de todos modos. Lo que sí podemos valorar -y es necesario, porque no hacerlo sería decir que los poderes públicos no son relevantes- es cómo se gestionó la llegada y el desarrollo de este enésimo pico pandémico. Y aquí hay más de un motivo para expresar un profundo descontento con la actuación de la Generalitat.

La primera es que la experiencia de Gran Bretaña, o del área metropolitana de Lisboa devastada por la variante delta, incluso con porcentajes significativos de población vacunada, estuvo ahí para explicar lo que vendría.

El segundo se refiere al levantamiento abrupto de restricciones, sobre todo en sectores como el ocio nocturno o las fiestas de masas, que son los contextos en los que más se propaga el contagio o simplemente permitiendo la intensificación de los contactos sociales por parte de la fiesta y el puente de Sant Joan y para el celebraciones de fin de año. Bien podría preverse que todos estos elementos constituirían una bomba viral particularmente mortal precisamente para esta parte de la población que aún no ha sido vacunada.

El tercero tiene que ver, finalmente, con la pasividad con la que el Gobierno de la Generalitat manejó la situación una vez que ya había degenerado. La lentitud con la que decretó la vuelta a las medidas restrictivas nos lleva una vez más a seguir la ola de contagios. Por otro lado, no se ha previsto ningún mecanismo específico para eliminar el gran inconveniente de esta quinta ola, que es la medicina general. El estallido ha sido tal que en la actualidad la sanidad pública catalana no controla los contactos de los positivos, asegurando así que será tremendamente difícil reducir el nivel de contagios.

La Generalitat cuenta con expertos suficientemente informados para observar lo que ocurre en las distintas zonas donde ha llegado la nueva variante y calcular, incluso de forma prospectiva, el impacto en función de la población vacunada o no.

El gobierno podría regular la participación del sector privado en las pruebas de diagnóstico, si fuera necesario ahora

También tenía toda la información sobre la peligrosidad de las actividades nocturnas, las concentraciones masivas y la intensificación de la movilidad y las interacciones sociales. Levantar todas las restricciones porque no fue un «error» como repite ahora el gobierno, sino una opción. No sabremos si esto es el resultado de la irresponsabilidad más absoluta o de la efectividad de las presiones de ciertos sectores económicos específicos, o de la combinación de los dos.

Finalmente, se escucharon las francas declaraciones del consejero de Sanidad, Josep Maria Argimon, sobre la falta de personal en Atención Primaria. Esta misma falta de personal se produce por las políticas de recortes salvajes llevadas a cabo en su tiempo por los gobiernos liderados por la fuerza política que hoy ocupa el prestigioso médico y que a lo largo de los años no han terminado de revertirse. Asimismo, sin retroceder, la Generalitat podría regular, por ejemplo, la participación de la asistencia sanitaria privada en las pruebas diagnósticas, tan necesaria en la actualidad.

Quizás (pero la duda está bien fundada) estaríamos en la misma situación desde el punto de vista epidemiológico. Pero estaríamos en una posición muy diferente desde el punto de vista político: otras opciones habrían sido mejor entendidas por la población y por el personal sanitario, limitando el descrédito que está acumulando el Gobierno de la Generalitat en estos momentos.