Morena: Salgado Macedonio, 1; Saúl Huerta, 0 | Opinión
Qué poco vale la palabra de las mujeres. Siglos después, las cosas no han cambiado tanto. En la amistad del Señor, el sol de invierno y la palabra de la mujer, no se debe confiar, dice el refrán. O en la cojera de un perro y la lágrima de una mujer, no puedes creerlo. Y así llegamos a las acusaciones falsas de violencia de género. Suma y continúa. En estos días, llama la atención la doble medida utilizada en Morena, el partido del presidente López Obrador, en el caso de Salgado Macedonio y el del diputado Saúl Huerta. El primero involucra hasta cinco cargos públicos por agredir a mujeres. Dos de ellos lo denunciaron oficialmente por violación. La denuncia de Basilia Castañeda fue infructuosa porque en el estado de Guerrero estos delitos se prescriben a los 12 años. El caso del periodista de La jornada, cuyo nombre no ha trascendido, sigue abierto, la justicia no tiene prisa. Y otros tres lo identificaron como agresor y acosador. El resto se sabe: el candidato a gobernador niega la palabra de la víctima y el preboste del partido, encabezado por el presidente, lo viste, lo apoya, lo alienta, lo apoya en su bravuconería y amenazas.
Benjamín Saúl Huerta, candidato a diputado del mismo partido, tuvo otro destino. Morena lo dejó caer sin ceremonias de su pedestal político. Un niño de 15 años es en esta ocasión la víctima que lo acusa de intento de abuso sexual en un hotel, donde fue detenido el político y con videos. Además, se filtró una llamada telefónica en la que el candidato ofrecía una solución rentable para silenciar a la familia, la cual fue rechazada. Los dos señalados utilizaron los mismos argumentos exculpatorios: todo fue un montaje preparado para sacarlos de la competencia electoral.
Pero solo uno se cayó de su caballo: Saúl Huerta. La nulidad de Salgado como candidato por Guerrero, un paso que ha dado el Tribunal Electoral en cuestiones ajenas a la violación, será bien compensada por el partido. Sin mencionar la posibilidad de que una mujer de paja lo reemplace. Para completar el cuadro.
Este lodo político que tiene que ver con estos temas está claro. El juego hace y rompe con este doble criterio: este me ayuda a ganar a Guerrero, el otro lo puedo hacer sin romperme el pelo. Pero detrás del telón electoral, hay un detalle inquietante. ¿Vale más la palabra de un niño que la de una mujer? ¿Tiene más credibilidad para el presidente? ¿O por Mario Delgado? ¿Es más grave abusar de un niño que de una mujer? Alguien del partido debería explicar la diferencia.
En las antiguas democracias, las mujeres tenían el mismo papel público que las esclavas, porque el poder del pueblo lo ejercían solo los hombres. Su palabra merecía justicia, no la de sus compañeros. Fueron testigos y de ahí la palabra testículo. Bienvenidos al final de la discusión: todavía se trata de los testículos.
Suscríbete aquí ala boletín de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la situación actual de este país