Nunca antes, nunca | Reseña de Sònia Guerra
Nuestras ciudades respiran primavera. Los días son más largos y nos invitan a posponer las horas de descanso, como si quisiéramos ganar las horas que, durante un largo año, nos ha robado la pandemia. Las calles se llenan de complicidades, murmullos y miradas que empiezan a sonreír. En las plazas resuenan algunas risas. Risas aún sofocadas por las máscaras necesarias, es cierto, pero risa. Los de nuestros niños y niñas que casi han olvidado que hace poco más de un año sus clases fueron suspendidas, confinadas en sus casas y aisladas de familiares y amigos. Las tímidas sonrisas de las vacunas que empiezan a regalarnos los desayunos dominicales y unos reencuentros con abrazos. Sonrisas de esperanza en un futuro incierto, pero paradójicamente, un futuro sin miedo, que nos aporta saber que el 27,3% de la población española ha recibido la primera dosis de vacunación, y el 12% ya tiene la pauta completa.
El 9 de mayo finaliza el estado de alarma y marcamos el comienzo de una nueva normalidad con optimismo, pero sobre todo, con confianza. La confianza de quienes saben que el Gobierno ha brindado el escudo social hasta agosto para seguir apoyando a las personas que más lo necesitan, las más vulnerables social y económicamente. Por ejemplo, prohibir cortes de suministro y garantizar la prima social; suspender los desalojos para familias sin alternativas de vivienda; extender los contratos de arrendamiento y los plazos hasta por seis meses; obligar a los grandes propietarios a reducir el alquiler en un 50% o reestructurar la deuda en tres años para los inquilinos en situaciones de vulnerabilidad; o negociando la prórroga de ERTES hasta el 30 de septiembre.
“Nunca antes, nunca habíamos invertido tanto en el bien común. Pero debemos tener cuidado y evitar el pecado de la inocencia”
Es cierto que las crisis por naturaleza oscurecen el horizonte, acentúan las desigualdades y aumentan las desigualdades. Por tanto, es natural que la mayoría de los ciudadanos sintieran una mayor sensación de vulnerabilidad cuando, el 13 de marzo de 2020, se declaró el estado de alerta, por primera vez en la historia de nuestra democracia. Pero también es cierto que, desde el principio, el gobierno español ha trabajado para construir un escudo social cuya única misión ha sido y es no dejar a nadie atrás.
Nunca antes, nunca la protección de las personas había sido una prioridad tan alta. Nunca antes, nunca, se ha invertido tanto en el bien común. Pero debemos tener cuidado y alejarnos del pecado de la inocencia. A pesar del estado de bienestar, no será fácil para algunos y para algunos superar la crisis social y económica derivado de la pandemia. Pero no estarán solos ni solos. Precisamente por ellos y ellos, y junto con ellos y ellos, el resto, la comunidad, seguiremos enarbolando con resiliencia las banderas de la igualdad y la hermandad.