Rodrygo y la rutina del expectorante: final a su desierto goleador | Fútbol | Deportes
Braga es un lugar armónico, manejable y excesivamente tranquilo. El típico sitio que algunos en España despejarían con el despectivo “una aburrida ciudad de provincias”. Y encima muy lluvioso. Hasta aquí y hasta un estadio de roca vista le trajo el calendario al Madrid por primera vez en su historia. Una novedad que no alteró la rutina de Jude Bellingham. El inglés apareció en el césped a las 18.33 (hora portuguesa) para inspeccionar el territorio y, como explicó él mismo, visualizar su partido. Solo, vestido de negro y con las manos en los bolsillos, llegó hasta el centro del campo y allí se pasó cuatro minutos en su ensimismamiento, apenas alterado para hacerse un selfi rápido, y saludar un par de veces a la grada y a un utilero. Quizá pensaría en cómo sería atacar contra una enorme piedra en la primera parte y unos árboles en la segunda.
1
Matheus Magalhaes, Cristian Borja, Joe Mendes, Serdar Saatci, Sikou Niakate, Álvaro Djaló, Rodrigo Zalazar, Vitor Carvalho, Elmutasem El Masrati (Moutinho, min. 78), Horta y Simon Banza (Abel Ruiz, min. 66)
2
Arrizabalaga, Fran Garcia (Ferland Mendy, min. 75), Nacho, Dani Carvajal, Rüdiger, Jude Bellingham (Lucas Vázquez, min. 89), Modric, Camavinga, Federico Valverde, Vinicius Junior y Rodrygo (Aurelien Tchouameni, min. 70)
Goles 0-1 min. 16: Rodrygo. 0-2 min. 60: Jude Bellingham. 1-2 min. 62: Álvaro Djaló.
Árbitro Michael Oliver
Tarjetas amarillas Camavinga (min. 72) y Nacho (min. 93)
Lo comprobó en el 0-2, frente a la zona verde que adorna uno de los fondos. Tercera diana del muchacho del momento en tres partidos de Champions, su undécima con el Madrid en 12 encuentros. En el 90, sin embargo, se marchó sustituido por Lucas Vázquez tras tirarse al césped y mostrar algunos gestos de dolor. “Tenía cargados los abductores porque el campo estaba blando. Pero se encuentra bien”, aseguró Carlo Ancelotti, que no temió por su presencia en el clásico del sábado.
Rodrygo Goes también tiene sus propias rutinas. Justo antes de cada partido como titular, se acerca a la banda y un empleado del Madrid le aplica con fuerza crema expectorante en el pecho. En la costumbre, que empezó a verse hace dos décadas en la Premier, siempre le acompaña Militão, ahora lesionado, y Mendy. En Braga, no obstante, lo que de verdad le hizo respirar mejor fue su gol. Final a 73 días de secarral anotador, 936 minutos a oscuras (incluyendo los tiempos de prolongación). Una crisis que ya había adquirido envergadura y había elevado el ruido alrededor de su figura. También porque él venía de quejarse con Brasil de que no le gusta jugar de delantero centro, algo que sin embargo este curso apenas había hecho, y de que Carlo Ancelotti le respondiera reclamándole “altruismo”.
“Quiero dar las gracias al míster porque ha confiado en mí todo el tiempo”, quiso valorar Rodrygo públicamente después de unos días agitados. “Me veía enfadado y triste por no marcar, pero siempre me ha motivado y ha confiado en mí. Estaba en un momento de mala suerte, lo intentaba de todas las maneras y no me salían los goles. Hacía buenos partidos, pero no marcaba. Lo bueno del fútbol es que hoy [por este martes] no he jugado tan bien y he marcado”, admitió después de una actuación personal que la que hubo poco más al margen del emboque.
“Para él, el gol es importante. Para nosotros, un poco menos”, apuntó el técnico italiano. “Aunque no haya marcado en partidos anteriores, lo ha hecho bien. Creo que le va a ayudar”, indicó el de Reggiolo. En un balón largo de Nacho a Vinicius, mientras Modric levantaba los brazos para pedir más calma en la construcción, el extremo se hizo sitio y enlazó con su compatriota para que acabara con su suplicio, junto a la roca que se levanta en uno de los fondos. Un par de minutos antes, Rodrygo había bajado el centro para tocar el balón y comprobar que seguía siendo redondo, porque no lo había olido hasta entonces. La diana le llegó en su disparo número 40 desde su único tanto anterior, un ya lejano 12 de agosto.
“Tuvimos problemas para controlar a Rüdiger”
Ancelotti, que cumplió 200 duelos en la Copa de Europa (cifra que solo habían alcanzado Alex Ferguson y Arsène Wenger), aplicó a cuatro días del clásico rotaciones de baja intensidad. Nacho por Alaba, Fran García por Mendy, Modric por Kroos y, respecto al Pizjuán, también Camavinga por Tchouameni. El ataque, sin embargo, lo dejó intacto. Quizá también porque Joselu se cayó por gripe. La nueva oportunidad la aprovechó Rodrygo para lograr su diana número 16 en 42 partidos de Champions, solo una menos que en 118 de Liga. El dato de un idilio.
Rodrygo también apareció en el segundo de los blancos, aunque esta vez para levantar las manos y pedir perdón. Recibió un pase filtrado de Valverde y su centro al segundo palo a Vinicius fue tan largo que se disculpó. Su compañero, muy activo, mejoró la acción con un envío atrás para el golpeo afilado Bellingham. Su despliegue resultó discreto, pero la noche le sirvió para acabar con una racha que empezaba a ahogarle. En el 71, con la marea subiendo, fue relevado por Tchouameni. Al poco, salió Mendy, otro del grupo del expectorante.
Con la faena hecha, varios madridistas tuvieron que llevarse en volandas a Rüdiger al vestuario porque se había enzarzado en una disputa con integrantes del Braga. “Estaba muy enfadado. Tuvimos un poco de dificultad para controlarlo”, reconoció Ancelotti.
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