Velo el cadáver malo |  España

Rubén Alonso Villar, de 40 años, nunca olvidará el nudo en el estómago el 3 de mayo de 2019. Entristecido por la muerte de su padre, viajó con su esposa en coche desde su pueblo, Vigo (Pontevedra), hasta Asturias, donde sus tíos están. , hermanos del difunto, lo estaban esperando. En el vehículo portaba una urna con las cenizas del que creía ser su padre, José Antonio Alonso, de 65 años. Pero casi a la mitad, lo llamaron desde la funeraria para decirle que tenía que devolver la urna porque las cenizas que contenía no eran de su padre. Le dijeron que había ocurrido un error y que la urna que llevaba era de otra persona; Luego se enteró de que se trataba de un ciudadano portugués que murió en un accidente laboral en Vigo.

Para no traerlo de vuelta, un empleado de la funeraria se ofreció a viajar a Asturias y cambiar la urna de su padre por la del ciudadano portugués, cuyos padres portugueses también la buscaban. Ni Rubén ni su esposa creyeron lo que acababan de escuchar. Y es que, en la parte trasera del vehículo, transportaban los restos de una persona a la que no conocían y a quien habían vigilado toda la noche anterior, dice Rubén. “Paramos para tomar una copa. Nos congelamos. Todo fue increíble ”, recuerda Rubén.

La confusión se debió a un cúmulo de disparates tanto del juzgado que levantó el cadáver (último tutor del fallecido) como del Instituto de Medicina Legal de Galicia (Imelga), que es público, y de la funeraria que incineraron los cadáveres y confundir sus nombres.

Rubén era hijo único de José Antonio Alonso, quien fue encontrado muerto el 30 de abril de 2019 en su cama por la persona que lo cuidaba y limpiaba la casa. El Juzgado de Instrucción 1 de Vigo, ese día de la custodia, abrió el proceso para determinar las causas de la muerte, ordenó que se notificara a los familiares y envió al forense adscrito al Imelga al lugar del deceso para indicar si se realizaba una autopsia. requerido y, si es necesario, si no, se lleva a cabo el entierro. Tras este primer reconocimiento, la doctora constató que José Antonio llevaba varios días muerto, por lo que decidió trasladar el cuerpo al Hospital Nicolás Peña de Vigo para un mejor reconocimiento. Sin embargo, los asistentes del funeral lo llevaron al Tanatorio Memorial de Vigo, sin avisar al juez y en contra de lo señalado por el forense en el acta de defunción.

Allí todo cambió. Rubén llevó el caso a los tribunales el 1 de mayo para hacerse cargo del cuerpo de su padre e indicar que había confiado a la funeraria Emorvisa la gestión del entierro. En la corte, le dijeron que no podía hacerlo hasta que el forense le diera permiso. Posteriormente, Rubén volvió a acudir a los tribunales para preguntar por su padre; Y, como lo describe su abogado en su denuncia ante el Departamento de Justicia, sucedió lo siguiente: “Lo primero que le dijeron”, dice, “ya ​​lo habían incinerado; y posteriormente, de boca en boca, admitieron que habían perdido el cuerpo o que no lo habían encontrado, porque no estaba en el hospital Nicolás Peña, y que lo habían llevado por error a otro lugar para una autopsia, aunque no sabía si era que tenían (…) «.

En el proceso judicial, hay una carta del secretario judicial en la que indica que el 2 de mayo de 2021, dos días después del hallazgo del cuerpo, se recibió un recurso de apelación en el juzgado de Emorvisa, la funeraria a la que encargó Rubén. la cremación. . , advirtiendo que el cuerpo de José Antonio Alonso no estaba donde el tribunal había indicado y negando que un cadáver que había sido incinerado el 1 de mayo fuera suyo, contrariamente a la creencia popular. Emorvisa solicitó al juez una nueva carta, esta dirigida al Memorial de Vigo, para que le permitieran retirar el cuerpo y entregárselo al hijo, ya que no se encontraba en ningún otro hospital.

Ciudadano portugués

“Cuando localizaron a mi padre, se ofrecieron a asistir a la cremación, pero me sentí muy mal y no quise verlo”, relata Rubén. Al final, con todo este lío, le dieron las cenizas de otra persona. Y se dieron cuenta de la confusión al día siguiente, cuando los familiares del ciudadano portugués se interesaron por él tras conocer el fatal accidente laboral, aunque a su llegada a Vigo supieron que también había sido incinerado a raíz de otra decisión judicial.

Al conjunto de errores también podría contribuir el hecho de que llegara al juzgado el informe de reconocimiento elaborado por el Imelga, en el que finalmente se descartó la autopsia porque la muerte se debió a una «hemorragia digestiva». Ocho días después de su elaboración. . Y este informe contenía la ubicación del cuerpo de José Antonio Alonso, que no coincidía con lo indicado por el médico forense tras levantar el cuerpo. El portugués también fue incinerado, sin que su familia lo supiera, creyendo que era Alonso.

El Consejo de la Judicatura, órgano rector de los jueces, que analizó este caso tras la denuncia del propio Rubén, reconoce en un informe, al que tuvo acceso EL PAÍS, que “hubo un funcionamiento anormal de la administración de justicia” y que Rubén probablemente ser indemnizado por el Estado ya que el tribunal tenía “la obligación de mantener” el cadáver bajo su custodia y devolverlo a su familia, correctamente identificado. Rubén pidió al Estado una indemnización de 10.000 euros por el sufrimiento sufrido en esos días.

No existen estadísticas, pero son frecuentes los casos de confusión de cadáveres en custodia en los que, tras denuncia de los interesados, la justicia se ve obligada a indemnizar a los familiares, por falta de identidad o por ordenar el entierro de una persona sin notificando primero a los miembros de la familia.