Vetusta Morla, medicina contra la agitación | Madrid

Vetusta Morla, medicina contra la agitación |  Madrid

Nadie lo mencionaría como una de las consecuencias más graves de la pandemia, porque toda esta escabechina ha sido lo suficientemente aterradora como para no estresar las circunstancias, pero anoche nos dimos cuenta de que el maldito bicho también nos castigó con sus buenos 19 meses de muy severa Dieta Vetusta Morla. Ni ellos tenían barbecho ni nosotros teníamos síndrome de abstinencia, pero así, contra todo pronóstico, se escribió esta historia.

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A falta de argumentos definitivos para la alegría, el cara a cara que nos ofreció el destino este lunes tenía muchos ingredientes suculentos. Por ahora, solemne y ceremonial el estreno absoluto de Tres Cantos en el Teatro Real, circunstancia que se repetirá este martes. Y, con ellos, la oportunidad de escuchar ese Finisterre que, a falta del calendario próximo al otoño, es el único avance que conocemos por el momento Cable de tierra, que acabará siendo el nuevo disco del sexteto.

Porque Vetusta Morla, seguramente el grupo más importante que ha dado el rock español en el no tan joven nuevo siglo, ha decidido reinventarse con un guiño a la música tradicional, quizás lo mejor que le puede pasar a nuestro ignorado folclore peninsular para conseguir deshacerse de la pesada melancolía de quien ofrece platos suculentos y sólo recibe la indiferencia o, peor aún, el firme desdén de la ignorancia.

Vetusta Morla, seguramente el grupo más importante que ha producido el rock español en este nuevo siglo no tan joven, ha decidido reinventarse con un guiño a la música tradicional.

Atención, ni el Anticuado Se hacen pasar por folcloristas o se han lanzado a la piscina de la etnomusicología para rearmar su repertorio. Pero presenciar una demostración de panderetas y panderetas cuadradas en el arsenal sonoro de un grupo que actuará el próximo mes de junio ante 60.000 almas en el Wanda Metropolitano es mucho más de lo que Agapito Marazuela podría haber soñado en la más eufórica de sus noches.

Pucho, cantante de Vetusta Morla, toca la pandereta durante la actuación. A. Pérez Meca / Europa Press

Hasta el momento, los que pudieron asistir al reencuentro de ayer representaban solo 1.300 almas, tres cuartas partes de la capacidad de la ópera. Fue extraño no levantarse ni siquiera con ese «Bomba universal está cayendo sobre ti» (Qué te hace increíble), primera oportunidad de la noche para hacer trampa, pero ya nos hemos acostumbrado y resignado al hieratismo. Esto es lo que hay. Y queda por ver cómo caminamos en mente y músculos cuando podemos deshacernos de toda esta pesadilla. En ese punto, de lo que inferimos anoche, habrá un concierto caprichoso, animado, enfático, sudoroso y encantador a cargo de Vetusta Morla. La medicina para deshacernos de todo ese malestar que se ha asentado en nuestros huesos e incluso en los últimos recovecos del alma.

Los que pudieron asistir al reencuentro de ayer fueron solo 1.300 almas, tres cuartas partes de la capacidad de la ópera.

Este verano y la próxima gira se diseñó, explicó Pucho, como un salvavidas para las decenas de técnicos que el coronavirus ha dejado en el aire, en un viraje del que se ha hablado muy poco en los últimos meses. Es sorprendente que un grupo acostumbrado a moverse por la estratosfera, en términos de arte e impacto, no haya renunciado a la conciencia de clase. Tampoco en el afán de acosar, una costumbre poco común en estos tiempos en los que la ira y la virulencia de los demás nos hacen tan a menudo tímidos. «¿Estamos en el Teatro Real?» ¿En un sentido regio? ”, Preguntó la cantante y portavoz, al responder:“ Será irreal, porque hay cositas en las que ya nadie cree ”.

Otro momento de la actuación de Vetusta Morla en el Teatro Real.
Otro momento de la actuación de Vetusta Morla en el Teatro Real.A. Pérez Meca / Europa Press

Nada como un poco de vitriolo para aliviar la tensión, sin duda. «Esta noche algunos chicos van a subir a miedos en el Teatro Real ”, bromeó Guille Galván, uno de los guitarristas del grupo, en las redes sociales a media mañana.

Decir que todos los conciertos son importantes en la historia de un grupo suena tan cliché como «el fútbol es fútbol» con el que el bueno de Bujadin es el epítome de su sabiduría futbolística. Asumamos algunos hechos relevantes, para no contarnos milongas. Lo que sucedió ayer en el Real fue un gran día en la línea de tiempo de anciana, nunca se había visto en un escenario con tanto ringorrango. Y las mariposas en el vientre no flotan con la misma intensidad en todas las ciudades, por más asepsia o diplomacia que inviten a ciertos músicos a argumentar lo contrario.

Por tanto, era necesario lidiar con el vértigo y el pánico escénico, aunque Vetusta Morla ha acumulado tantas horas de vuelo -de hecho, en la cima- para saber que las turbulencias nunca desestabilizan por completo la aeronave. La ventaja fue que, liberados por una vez del impulso de lanzar un álbum y viajar con él hasta que se formó el siguiente, los chicos pudieron disfrutar de un concierto de gran éxito, con la única excepción de ese. Finisterre situado en el meridiano exacto de la noche y magnificado por la presencia excepcional (en todos los sentidos) de cuatro miembros de El Naán.

El único conjunto español capaz de llenar los estadios tuvo que llegar para advertirnos del peligro de no tener los pies en el suelo.

Puede que algunos no conozcan todavía a este grupo afincado en Tabanera de Cerrato, un pequeño pueblo apartado de Palencia que ni siquiera llega a los 150 habitantes. Sus voces atávicas y su percusión manual sobre una mesa de amasar el pan simbolizaban precisamente esta conexión a tierra tan necesaria, la conexión con todo lo que verdaderamente nos representa y define como habitantes fugaces de este bendito planeta. El único conjunto español capaz de llenar los estadios tuvo que llegar para alertarnos del peligro de no tener los pies en el suelo.

Otro detalle de la actuación de Vetusta Morla en el Teatro Real.
Otro detalle de la actuación de Vetusta Morla en el Teatro Real.A. Pérez Meca / Europa Press

Sorprendente. Los rockeros más legitimados para actuar como ídolos de las masas coinciden en demostrar que los principios son mucho más importantes que la gloria fugaz. Para escribir tu letra más inequívoca en Abrazos prohibidos un homenaje a los trabajadores de la salud recibido con una ovación de larga data y algunos claman a favor de la salud pública. O introducir en la muy festiva Camino del sahara, un llamado a la diversidad frente a quienes quieren quitárnosla o, de repente, se pudren mucho cuando los labios de dos chicos rozan la portada de un semanario. Definitivamente, los seis arquitectos de Vetusta Morla juegan, frente a las luces o lejos de ellas, en otra liga.

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