Volver a clase |  Opinión
Una ilustración de Jorge F. Hernández.

Alinee, por tamaño o por número de lista, que acabo de alucinar que el tan comentado regreso a la escuela se refiere a todos los adultos vacunados (y que el próximo año veremos qué haremos con los niños). Tomemos distancia (colocando la punta del dedo medio en el hombro derecho del compañero al frente) y eliminemos el uso de nombres por ahora, porque lo único que tienes que hacer es reconocerte con apellidos (y por supuesto, apodos).

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Propongo reciclar la misma lista de herramientas de antaño: juego de escuadras de Baco, brújula con pico (considerada en un momento como «arma de hoja»), goma de borrar azul (para tinta) y roja (estrictamente para lápices). Amarillo para dictado y azul para dibujo técnico); manual con la heroica imagen de Lola Beltrán envuelta en el tricolor, fiambrera con termo dinámico, siete cuadernos Scribe (rayados, cuadrados y dos en forma italiana); juego de sellos de la independencia y mapa de México … plastilina multicolor, balón de fútbol rojo para coladeritas (comprado en una farmacia de prestigio) y, pues claro, El tubo de Vitacilina está reservado para recreación y posibles accidentes en el aula.

Si es necesario recurrir a los uniformes de tomate, tamarindo o chile verde, evoquemos la funcionalidad de los shorts terlenka y el los pantalones Para todas las ocasiones. Supongo que los honores a la bandera y la ceremonia cívica de todos los lunes serán más largos ahora, pero podríamos agregar más horas de atención exclusiva a los memes y videos supercortos. Determinemos si los maestros tienen derecho a castigar a puños con puños, nuevamente a los favoritos y gobernantes del Tercer Reich, o si deben permanecer indefensos ante el imperio sin apelar a nuestros derechos exacerbados.

Paréntesis desesperados para el imperio azucarero tan esperado: ¡no nos obliguen a probar solo legumbres y pepinos! Queremos volver al Miguelito en polvo, mezclado con el del líquido, bañando unos Cazares bien triturados y la rosquilla de chocolate con grasa blanda, el Pascual Boing combinando triángulos (de piña y tamarindo a la vez) y este secreto placer de ellos. Gansitos aplastado en la mochila de otra persona. Prohibido deshacer la tora de huevo con chorizo, el encanto indescifrable del queso de cerdo y esa gran cosa llamada Uña de Oso como postre universal y ecuménico.

Propongo que las lecciones sean presenciales y que reservemos sillas virtuales para reincidentes (para que no se vayan de CERESO) y sugiero que el trabajo en equipo no se basa necesariamente en el criterio de igualdad de sexos. Eliminemos los concursos de oratoria y evitemos los exámenes orales, porque supongo que los primeros en volver a clase por decreto deberían ser los políticos que han olvidado por completo el arte de leer, la capacidad de hablar en público o de construir frases coherentes. Supongo que servidores públicos disfuncionales y bastantes ejecutivos en varias administraciones tienen que volver a la simple aritmética de suma (sin robo), resta (sin abuso), multiplicación (sin corrupción) y verdadera división en todos los sentidos. De ser así, que los funcionarios de quién sabe cuántos despachos públicos y privados que han ignorado la lógica y la geometría, que pisotean la ética y no tienen memoria histórica, tomen una lista, y quisiera que seamos estrictos con la puntualidad y frecuentación, que quienes escapan a su alta responsabilidad volviendo a los mostradores saben estar condenados al corral de la desaprobación y así, dedicarse a partir de ahora a las labores de limpieza del combustible.

De todos modos, tuve alucinaciones y lo admito, porque en el fondo alguien que lee y trata de darle la vuelta a las palabras sabe en su conciencia que todas las mañanas, ya sea despierto o perdido en la almohada, vuelve a clase.

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